“Indiana Jones y el Dial del Destino” Crítica. Nostalgias

Es difícil encontrar una saga de aventuras tan épica como la de Indiana Jones. Desde El Arca Perdida, pasando por El Templo de la Perdición y La Última Cruzada -con la participación de Sean Connery-, Harrison Ford ha sabido darle vida a este maravilloso personaje que siempre ha despertado al arqueólogo e historiador que reside en cada uno de nosotros. Pero toda historia tiene su fin y este jueves 29 de junio llega a los cines su última hazaña, Indiana Jones y el Dial del Destino, dirigida por James Mangold (Logan, Ford vs. Ferrari).

Año 1969: el hombre llega a la luna y volvió, los Beatles son una sensación, y el doctor Henry Jones Jr (Harrison Ford) está a punto de jubilarse de profesor en la Universidad, ante un alumnado que ni siquiera le interesa quién es Arquímedes. Lejos está de ser ese maestro que hacía que todas las chicas tomasen su clase. De la nada aparece su ahijada, Helena (Phoebe Waller-Bridge) con la propuesta de rastrear la localización del dial de Arquímedes -denominada la Anticitera-, un dispositivo que se dice capaz de buscar las fisuras en el tiempo. El destino se encargará de darle a Jones una nueva misión con un objetivo tanto histórico como personal, que tendrá a la nostalgia como temática y motor principal.

Más allá de sus dos horas y media de duración, el espectador puede esperar un film atrapante con una secuencia inicial adrenalínica de casi 30 minutos que, además de mostrar cuánto ha avanzado la tecnología anti-age vista en films de Marvel, también logra establecer el tono y el gran detonante que nos acompañará el resto de la cinta.

A esta altura del partido, no podemos negar que nadie más puede interpretar al intrépido Indiana Jones de la forma que lo hace Harrison Ford. Es cierto que no encontramos al mismo aventurero de los años 80, pero tampoco podemos pretender que una persona no cambie a lo largo de su vida, después de todos los machaques que la misma le profirió, cosa que nos enteraremos durante el desarrollo de la película. Además del talento de Ford, al film se le agrega la audacia y la desfachatez de una actriz como Phoebe Waller-Bridge; la creadora de Fleabag le aporta el ritmo y el empuje a la dupla con el protagonista. Para interpretar al villano -nazi- de turno, está Mads Mikkelsen (Otra Ronda), que lamentablemente no llega a destacarse como tal -por culpa del guion y no del actor-. Tampoco pueden faltar cameos, sorpresa o no, de aquellos personajes que ayudaron alguna vez a Indiana Jones.

Hablando de últimas andanzas, El Dial del Destino también marca el final de la carrera de compositor de John Williams, y honestamente, lo hace con la misma fuerza con la que empezó. Es la música que marcó a una generación y verla en pantalla grande será, para muchas personas, una experiencia inolvidable.

Sí es notoria alguna que otra parte floja del guión. Lo que parece suceder es que, al querer meter todo en una misma película, termina desdibujando a algunos personajes y maltratando a otros sin razón alguna. El único que sale airoso es nuestro héroe, siempre impoluto y con la cabeza en alto, hasta en su última aventura. No queda más que agradecer y saludar al Dr. Jones por su merecida jubilación.