Un film basado en la novela homónima de Pedro Lemebel que recrea y crea un asunto amoroso alrededor del encuentro entre un homosexual y un guerrillero, que termina siendo un fallido atentado amoroso entre ellos. “Tengo miedo torero” es un film del año 2020, dirigido por Rodrigo Sepúlveda y que está íntegramente basado en la novela homónima de Pedro Lemebel. Chile está engarzado en ambos, ya que Lemebel fue un poeta y artista nacido en Santiago en 1952 y que falleció en el año 2015. Encabezó uno de los movimientos más activos a favor de la visibilización de las comunidades queer, trans (no le gustaba el uso de la palabra “gay”), y presentó una confrontación permanente con el estatus quo social imperante. Maltratado por muchos, luchó fervorosamente contra la dictadura de Pinochet.
¿Cuántas películas están basadas en novelas o cuentos del campo de la literatura? Miles de miles. Siempre resulta una sorpresa ver cómo se las arregla el director para conseguir pasar un escrito, un relato a otro formato, con otras condicionantes, casi podríamos decir que otro discurso. Hay algunos ejemplos notables donde la película le saca alguna delantera al escrito, o al menos no se queda tan atrás. Otros casos resulta todo un fracaso. El 99% de los casos, las novelas, por su posibilidad de hacer saber al lector innumerables diálogos e incluso internos, así como descripciones detalladas de escenas, hacen de la literatura una joya en bruto. Los films quitan y agregan, dependiendo de un sinnúmero de condicionantes, de producción, de casting, de ideas.
En este caso, el libro escrito por Lemebel allá por el año 2001alcanzó su estatura de film recién en el 2020, luego de los hechos sociales de octubre del 2019, y estrenado con muchas dificultades en medio de una pandemia mundial. Lemebel se hubiese reído de semejante resistencia. Además, fue su única novela, casi una novela rosa (sic) al lado de sus manifiestos y crónicas de la sociedad chilena vista a través de la mirada de un hombre que encarnaba a una mujer o ambos casi simultáneamente, en su vida cotidiana.
El asunto gira alrededor de la relación que se establece en un Santiago de los años 1986, entre Carlos, un integrante importante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, enemigo en armas contra la dictadura de Pinochet y alguien que no tiene nombre pero que se la conoce como la loca del frente, un travesti ya con muchos años a cuestas, que vive en un departamento desvencijado, que borda manteles y sábanas para algunas familias de militares, que hace la noche en ocasiones yendo a cines en el que se reúne la clientela del sexo de la última fila. Al comienzo, cuando Carlos la conoce, la utiliza para usar su departamento como escondite de libros y armas de la izquierda marxista. Y la “loca” se deja engañar por Carlos de manera que se establece entre ellos una peculiar relación de amor no simétrico. Todo esto se debe a que el Frente Revolucionario estaba preparando un atentado contra Pinochet (cosa que realmente sucedió y del cual el dictador salió ileso).
La novela navega entre esa relación y otra, la que encarnan Augusto Pinochet y su esposa Lucía Hiriart. El film, se orienta exclusivamente sobre Carlos y la “loca”. Al respecto, es recomendable leer el libro para escuchar los diálogos, a veces desopilantes, de lo que Lemebel recrea de la vida cotidiana de Pinocho y Lucy, muy cercanos a un registro de lo cómico-trágico.
La película tiene su mejor estrella en la actuación de Alfredo Castro -a quien ya conocíamos en “El Club”, “Tony Manero”-, actor elegido por el propio Lemebel. Siempre está al borde de caerse en la mariconería sobre actuada, pero ha encontrado con el director un llamativo equilibrio.
Cabe destacar que Chile, en ese entonces, era muy masculino, con los milicos, con el dictador, mientras que las mujeres protestan aunque no dirigen. “Si hay lugar para una loca en tu revolución social marxista, y estaré en primera fila”, le dice la “loca” a Carlos poniéndole el cascabel al gato a propósito de los ideales que de tan ideales, no dan cabida a lo irregular, a los desvíos, a lo incierto del sexo. Es el encuentro entre Carlos que está muy protegido por el partido y ella que es una desprotegida. Una historia de amor para alguien al que el amor le pareció esquivo. Ambos tienen nombres de ficción, nombres políticos para actuar en la clandestinidad.
Ahora bien, no desatendamos que ni la novela ni el film son originales en el tratamiento de la disparidad entre dos que teniendo el mismo sexo, encaran las cosas desde el otro sexo. La novela de Manuel Puig “El beso de la mujer araña” luego hecha película, o “Fresa y chocolate”, o “El lugar sin límites” de Donoso, son antecedentes que le dieron a Lemebel pie para recrear y crear un asunto amoroso alrededor del encuentro entre un homosexual y un guerrillero. De lo que se trata es del fallido atentado amoroso entre ellos.
Novedoso es que el final no sea el clásico cliché de que el homosexual termina dando su vida por el otro. Siempre en la clave de una novela rosa, no es esquiva a la hora de pintar un cuadro de irreconciliable resultado. Entre complicidad y sacrificio, la “loca” del frente que pasa a ser la “loca” del Frente, donde ella siempre supo cuál era la razón del acercamiento del soldado de la revolución, pero se hacía pasar por ignorante, porque quería que fuese por otra razón que era usada. Los dos estaban metidos en algo de lo mismo, y eso habilitó el crecimiento de la relación.
Es una invitación a pecar (con el bolero de fondo), a tener entre ambos una clave secreta que solo ellos la saben (“Tengo miedo torero” cantado por Sarita Montiel), donde no queda nunca claro de quién es el miedo, si del toro o del público, aunque se confunda a veces con el miedo del torero.
Crítica: Mario Betteo
Edición Periodística: Andrea Reyes