El avance tecnológico en las formas de comunicarse entre los seres humanos ha hecho que algunos oficios hayan quedado degradados, el de cartero es uno de ellos. Mientras que en otros tiempos el enviarse cartas era moneda corriente, en la actualidad casi ni se usa. Internet ha globalizado las comunicaciones, con lo cual uno puede estar conectado de manera permanente con un familiar que está en otra parte del planeta. Aun así el oficio existe y sobrevive a esos avatares.
En la Argentina mucha polémica ha girado alrededor de las empresas encargadas del correo. Hoy se sigue hablando de las consecuencias de la privatización del Correo Central a manos de la familia Macri. No solo por su venta, sino por las consecuencias sobre los trabajadores, muchos de los cuales han sido obligados al retiro voluntario. De ellos habla esta película.
Con una excelente ambientación de época, hasta en los pequeños detalles (la referencia a José Luis Cabezas en los carteles de la facultad) la película nos sitúa a finales de los noventa, en pleno proceso de privatización del correo y el avance de nuevas tecnologías. Cuando el recurso humano comenzaba a ser dejado de lado por el “track and trace” en los servicios de correspondencia. Hernán (Tomás Raimondi) ingresa a trabajar, por lo cual es mirado con malos ojos por los antiguos empleados, que ven al joven como esa tecnología que los va a dejar sin trabajo. Inmerso en su felicidad por el trabajo nuevo, se mantiene calmo ante el permanente hostigamiento de sus compañeros. Ayudado por su jefe, Sánchez (interpretado magistralmente por Germán de Silva) aprende los códigos del oficio, pero la dura realidad a la que se enfrenta lo obligará a romperlos.
La construcción del entorno laboral está muy bien desarrollada. Así como los distintos personajes de la oficina: el cartero silbador, el desconfiado; hasta los llamados “Susanos” que nos entregarán un momento maravilloso dentro del film. Una película costumbrista que nos saca una risa por momentos y por otros, nos muestra una realidad que duele, pero sirve para reivindicar a ese mensajero olvidado, el cartero.
PUNTAJE: 75.