Deja que las luces se alejen de Javier Favot. Crítica

Experiencias más sensoriales que narrativas, juegos y experimentos con las formas o abstracciones que rememoran sensaciones. Todo esto y mucho más se puede encontrar en la Competencia Estados Alterados del Festival internacional de cine de Mar del plata. Es así como la ópera prima de Javier Favot, Deja que las luces se alejen, traslada al espectador en un viaje de imágenes y sonidos que evocan una experiencia más que a una historia. 

Cómo hizo siglos atrás Henry David Thoreau al momento de escribir La vida en el bosque, el protagonista vive alejado de la civilización en medio de la naturaleza. Observamos su deambular, acompañado de su mascota felina. Transitando la cotidianidad del personaje, llegamos a una espontánea reunión de dos amigos separados por el tiempo. Los cuales melancólicamente conversan recordando historias que parecieran de otra vida.

La manera de contar, errabunda, como a la deriva, es lo que más resalta de la obra. Invitando al espectador a una jornada de estímulos, aun si poder verla en una sala, que la pantalla grande y el sonido envolvente de un cine potencian. Ya que la construcción sonora de los ambientes y los sonidos de la naturaleza envuelven a quien lo mire en un ecosistema único creado para el film. Este no estaría completo sin la bella fotografía realizada por Javier Favot y Raúl Coronel. Logran inmiscuirse en la vida de este personaje como una mosca que lo espía todo. Así mismo los paisajes retratados conservan la vitalidad del bosque de la sierra de Manantiales, en las afueras de Córdoba.

Javier Favot en su película Deja que las luces se alejen deja impregnada la sensación de incluir al espectador en algo personal.  Despertando emociones a través de los sentidos, en un viaje abstracto de imágenes que tranquilamente podrían ser postales.