“No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo” de Nicolás Zukerfeld. Crítica

Una producción por momentos espesa que se redime sobre el final.

La última película en estrenarse dentro de la competencia de Estados Alterados del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata posee un título pomposo. “No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo” de Nicolás Zukerfeld, deriva en un ensayo/experimento sobre las fuentes del conocimiento y cómo este puede desvirtuarse o mutar con el tiempo y las traducciones. 

Todo comienza con una frase en una clase sobre gramática en el cine clásico. Dicha por Raoul Walsh y citada por muchas otras personas entre críticos y estudiosos del cine. Así comienza una investigación sobre este dicho. La película se divide en tres partes, dentro de la primera se exponen fragmentos de la filmografía del director, comenzando por actores subiendo a caballos y concluyendo con entradas a habitaciones. Culminada esta parte, una voz en off nos narra el proceso de investigación realizado, junto a sus teorías e hipótesis.   

En un comienzo pareciera que todo el largo de la obra estaría compuesto por material de archivo, de los cuales, sus primeros 5 minutos parecieran explicar el título de la película. Pero mientras transcurre, comienza a mutar y los caballos son reemplazados por puertas y entradas a cuadro. Soportando este estado de mareo, el espectador encontrará respuestas en la segunda parte, que casi sin imágenes logra narrar una historia atrapante y dinámica, contraria al segmento anterior. 

“No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo” de Nicolás Zukerfeld, posee un disparador insignificante que producirá una investigación de escala internacional. Todas las partes se amalgaman perfectamente, concluyendo en un producto redondo que no es para cualquiera. Los pacientes verán remunerada su inversión. 

Calificación

Dirección
Montaje
Música

No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo de Nicolás Zukerfeld posee un disparador insignificante, que producirá una investigación de escala internacional. Todas las partes se amalgaman perfectamente, concluyendo en un producto redondo que no es para cualquiera. Los pacientes verán remunerada su inversión. 

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Francisco Mendes Moas

Estudio, hago y escribo sobre cine. Mi relación con el séptimo arte siempre peligra con convertirse en una peligrosa adicción.

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