El documental observacional “Pibas del viento” de la realizadora, Liv Zaretzky mediante una narrativa melódica y comprometida con rescatar las juveniles voces que bien reflejan el panorama, motivador en espacios culturales y desalentador en los contornos barriales, impregnados de situaciones delictivas y dramáticos sucesos familiares y escolares. El filme se estrena el 8 de julio en la plataforma Cine.Ar y en salas del Cine Gaumont. Por. Florencia Fico.
El argumento del documental “Pibas del viento” se basa en las figuras de Guada, Maite y Sofi quienes pasan por la pubertad en un marco de una sociedad en crisis. Descubriendo sus identidades y pensando que van a ser cuando sean grandes. La orquesta “Vamos los pibes” las contiene en ese traspaso etario. Un lugar en el que las melodías individuales llegan a convertirse en música.
La dirección de Liv Zaretzky concreta un registro exploratorio donde pisa fuerte el Buddy movie o filme de amistad con las protagonistas Guadalupe Baberena, Maitena Ortiz y Sofía Nerea Verón. Aunque también los testimonios, la observación omnisciente y las notas musicales configuran un documental con buenos cimientos contextuales, realistas y costumbristas.
El guion de Liv Zaretzky cobra forma en un relato con realismo social que expone mediante la voz en off de las protagonistas, las grabaciones en los ensayos de la banda orquestal, los espacios de residencia de las jóvenes y una composición reflexiva de sus problemáticas ya sea: la ausencia paternal, el abandono familiar, las carencias económicas de las comunidades barriales, la falta de un Estado presente que se preocupe por las necesidades básicas de la infancia a la adolescencia y el deterioro educacional a su vez alimenticio que padecen muchas familias. Asimismo, el Club Atlético Atlanta se transforma en el canal de expresión artística y deportiva de las chicas, familiares y sus compañeros, además un espacio de formación y estímulo para el aprendizaje para todo el colectivo que lo compone. El club funciona en Villa Crespo como merendero y la orquesta “Vamos los pibes” ejerce en la sede para reparar: sueños, amor, sostén emocional y comprensión social. La restauración de un sistema cultural permite a los niños y adolescentes empoderarse, nutrirse de experiencias enriquecedoras y crear pensamientos revolucionarios, contestatarios y consientes de su realidad; que se ve fronteriza y erosionada por la delincuencia y el consumo de drogas.
La fotografía de Melina Terribili emplea traveling físicos para estar lo más conectada con el ambiente musical que por momentos es desordenado y en otros una sinfonía bien coordinada. Usa el fuera de campo para reflejar diversos rostros de una niñez – adolescencia absorbida por los celulares, los rostros de cansancio quizás por falta de alimentación, las conexiones entre amigos en la orquesta y la iluminación natural que le da una atmósfera genuina y cálida. Además planos generales descriptivos cuando se dan recitales y partidos de futbol o entrenamientos de boxeo.
La dirección de sonido y música original recae en las manos de Paula Silencio donde los estilos como el rap, reguetón y las bases electrónicas se sumergen en las vivencias de las tres protagonistas a su vez su letra para la canción “Pibas del viento”.
Asimismo los ritmos de murga esbozan e instrumentos aerófonos organizados por el artista y profesor Hugo Lobo(Dancig Mood) quien ubica a su aliado incondicional como la “trompeta” a cargo de Sofía y Maitena, asimismo el trombón en Guadalupe. Los géneros de marcha y calipso dicen presente con percusión y teclados.
En su segunda entrega documental tras, “Extramuros”, la directora Liv Zaretzky sigue su sello distintivo al prestar atención al poder de la escucha activa de los testimonios que conforman un telar sobre las dificultades barriales y juveniles que tienen los jóvenes. Zeretzky encuentra en Guada, Sofí y Maite portavoces potentes y críticas que evidencian los contrapuntos de la sociedad en la que viven.
Puntaje:85
Dirección
Música
Fotografía
Guion
Arte
En su segunda entrega documental tras, "Extramuros", la directora Liv Zaretzky sigue su sello distintivo al prestar atención al poder de la escucha activa de los testimonios que conforman un telar sobre las dificultades barriales y juveniles que tienen los jóvenes. Zeretzky encuentra en Guada, Sofí y Maite portavoces potentes y críticas que evidencian los contrapuntos de la sociedad en la que viven.