Los vampiros son criaturas míticas que viven de la hemoglobina que succionan de sus víctimas, y los espectadores de las películas vampiresas disfrutamos de su inhumanidad. En el universo filmográfico existe un vasto material fílmico, en el cual perderse está a la orden del día. Por esta razón, una selección de cinco de sus máximos exponentes para comenzar.
Antes de iniciar una línea de rumorología. Se especula que la primer adaptación de la novela “Drácula” de Bram Stoker, se realizó en el año 1920 en Rusia por el ucraniano Victor Tourjansky o Víktor Tourjansky. Pero no se conserva ninguna copia de la misma por lo cual no logra superar el status de leyenda. De la que sí se conserva material fílmico (apenas dos fotogramas) es la película muda “Drakula halála”, del director húngaro Károly Lajthay. Se sabe que ésta fue estrenada en el año 1921, en Viena y se proyectó en varios cines de Europa. Con el éxito del largometraje, Lajthay aprovechó para relanzarlo en su país y lo reestrenó en Budapest en 1923.
La adaptación de la que sí se conservan copias y actualmente se puede ver es “Nosferatu, eine Syphonie des Grauens” (1922) del alemán Friedrich Wilhelm Murnau. Ésta narra la historia de Hutter y su mujer Ellen, hasta que el oscuro agente inmobiliario Knock decide enviar a Hutter a Transilvania para cerrar un negocio con el conde Orlok. Una vez en el castillo, es recibido por el siniestro conde, quien en realidad, es un vampiro milenario que esparce el terror en la región de Bremen, y se interesa en la mujer de Hutter.
Considerada por muchos como el inicio real del vampiro en el mundo del cine, la producción debe la transformación de Drácula en el conde Orlok (Nosferatu) a una vulgaridad ajena al arte. El estudio con el que Murnau rodaba la película no quería pagar por los derechos de la historia a Florence Stoker. El alemán debió cambiar los nombres y algunos detalles de la trama para ahorrar dinero, pero de todos modos, fue tan parecida la versión que Florence los demandó igualmente por infringir el copyright. Ganó el juicio en 1925 y el tribunal ordenó la destrucción de todas las copias del film, que ya se había distribuido en varios países: la tarea resultó imposible y Nosferatu se salvó. Resistieron 5 copias que sirvieron de base para su reconstrucción en 1994.
“Drácula” de Tod Browning (1931)
En esta nueva adaptación, el conde Drácula abandona los Cárpatos con ayuda de un escribano y vuelve a tener mal de amores con una joven prometida. La visita todas las noches bebiendo poco a poco su sangre, por lo que el prometido decide pedir ayuda al doctor Van Helsing. De esta manera, los humanos deciden cazar al no muerto con estacas de madera y ajo.
No es la primer película con vampiros, pero sí la más famosa. Dio un toque totalmente distinguido al Príncipe de las Tinieblas, contrastando con la fealdad y monstruosidad del Nosferatu de Murnau. Mediante la elegancia y esteticismo del actor húngaro Béla Lugosi (pese a que no era la primera opción del estudio, sino el mucho más taquillero y conocido Lon Chaney) quien era un auténtico caballero. El esmoquin era la indumentaria elegante de la ciudad moderna en los años veinte y treinta, la prenda opuesta al aura medieval del vampiro de la novela de Bram Stoker. Lugosi se convirtió en la imagen oficial de Drácula, marcando incluso el modo en que debía hablar el conde con su fuerte acento húngaro.
Estas tradiciones quedaron tan ligadas a Drácula como el mismo Béla Lugosi, quien nunca se libró de los papeles de monstruo y parecía condenado a dar vida una y otra vez a Drácula. Adicto a la morfina, participó en películas de bajo presupuesto hasta su muerte a los 73 años, de un ataque al corazón que sufrió mientras interpretaba su papel estrella. Lugosi fue enterrado, por petición de su hijo y su cuarta mujer, con el traje de vampiro que lo hizo inmortal en el cine.
La historia fusiona personajes, deja flecos sueltos y comete torpezas varias, sin embargo, la película tiene una estética muy atractiva, pero sobre todo era sonora. Si bien esto ya no era una novedad tecnológica, aún no se habían solucionado o perfeccionado sus inconvenientes técnicos. Uno de ellos era el problema del doblaje en otros países por fuera del originario de la película. La solución rudimentaria que se encontró para este escollo fue la de grabar dobles o hasta triples versiones de las películas con el mismo decorado y distintos elencos que hablaran los idiomas correspondientes.
Se trae todo esto a colación debido a que la versión de Drácula de 1931 fue una de las primeras en hacerlo. En su versión en inglés el vampiro era interpretado por el ya nombrado e icónico Lugosi, pero para su versión de habla hispana el conde lo encarnaba el español Carlos Villarías. Ambas versiones están disponibles para ver hoy día y ver ambas es por demás un ejercicio muy interesante, pudiendo conectar fácilmente las similitudes, pero al mismo tiempo encontrar diferencias. Además fue el primer eslabón de un universo de películas de terror que le daría renombre a Universal.
“Drácula” de Terence Fisher (1958)
Por raro que parezca, y por si aún no lo habían notado, en las primeras películas de vampiros no había sangre. Teníamos un Drácula mucho más aristocrático, suave, elegante, lleno de palabrería. Pero entonces llegó la Hammer en 1958 y lo cambió todo. La productora buscó revitalizar el género fantástico haciendo una serie de remakes encubiertos de las películas clásicas de la Universal pero, como no tenían los derechos, tuvieron que cambiar bastantes aspectos de la historia para que no pudieran ser demandados. Como no podía ser de otra manera comenzaron por “Drácula” (1958) de Terence Fisher.
A diferencia de las anteriores versiones, el protagonista es el doctor Van Helsing. Llega a la ciudad y descubre que Jonathan Harker fue mordido por Drácula. Su deber le obliga a enterrar una estaca en el pecho de su amigo. Cuando intenta contarle la historia a su familia, descubre que ésta también se encuentra en la mira del conde, quien consigue muchas más víctimas que en sus otras películas.
El elegido para interpretar el papel no fue otro que Christopher Lee y llegó a encarnar al conde en unas 10 ocasiones obteniendo el récord del actor que más hizo de Drácula en el cine. Lee se expresa con actos y no con palabras. La conquista de las inocentes mortales es puramente física. Aunque desde la novela de Bram Stoker siempre ha existido un componente sexual en la relación del monstruo con sus víctimas, es con Christopher Lee cuando se acentúa el erotismo. Las mujeres, después de ser atacadas, se convierten en vampiros y se encomiendan a él para la eternidad. El erotismo había llegado a los “no-muertos”, además de la violencia explícita, exuberantes cantidades de sangre y, atención, los colmillos. Hasta ese momento, los vampiros tenían unos dientes bastante normales (sin contar las paletas puntiagudas de Nosferatu), pero fue gracias a la versión de Terence Fisher que hicieron su aparición.
“Near Dark” de Kathryn Bigelow (1987)
Basta de trajes, de elegancia y caras bonitas. En su película Kathryn Bigelow rompe con los cánones establecidos sobre los vampiros. Con una combinación de Neo-Western y Roadmovie, vemos un joven cowboy, seducido por una chica descubre que ha sido mordido por un vampiro. Lentamente se convierte en una criatura de la noche y se une una banda de éstos, vaqueros sucios, desprolijos que manejan autos feos y disfrutan de hacer destrozos, que vagan sin rumbo por todo Texas.
De esta manera, se abandona completamente la tradición inventada por Lugosi y Lee, ya no dormían en ataúdes, ni mordían el cuello, ni vestían de traje. Desarraigando de las raíces del pasado para adaptarse a los nuevos tiempos por venir. La sexualidad había aumentado y la idea de un vampiro jefe que controlaba a los demás se estableció en el imaginario colectivo. Resaltando también sobre otra del mismo año la cual fue más exitosa (no por su éxito de taquilla, sino por su gran popularidad en el mercado de alquiler), “The lost boys” de Joel Schumacher. Aquí los vampiros poseen una estética Glam y su tono es más juvenil.
“What we do in the shadows” de Taika Waititi y Jemaine Clement (2014)
Un mockumentary o falso documental que nos adentra en una casa de los suburbios de Wellington habitada por cuatro vampiros. Cada uno representando un tipo de vampiro diferente, desde el monstruoso Nosferatu al modelo aristocrático de Lugosi. Mostrándonos el día a día de los vampiros en la actualidad y toda la clase de problemas que deben enfrentar para sobrevivir.
Cuando se creía que no se podía hacer más nada con los bebedores de sangre llega desde Nueva Zelanda un golpe de aire fresco. Toma todo lo que se sabía sobre estos seres y se burla de ello. Le fue tan bien, que años después la adaptaron a formato serie. La película de Jemaine Clement y Taika Waititi (quien además actúa) se financió por Kickstarter. Es una página donde los usuarios donan dinero a cambio de pequeñas recompensas.