¿Qué lugar ocupa la ficción en la vida cotidiana? ¿Cuál es la cuota de verdad que la creación le aporta a los espacios signados por la rutina y el fracaso?
Con esta propuesta fílmica, los directores Anton Chikishev y Robert Yunaev narran la historia de Roman, un escritor apasionado por las palabras que vive en un mundo que lo asfixia, pero que encuentra en la ficción la posibilidad de evadir las tramas que lo rodean. “Los peces también se ahogan” (Fish also drown / דגים גם טובעים) cuenta con un guión de RY y el elenco está compuesto por Robert Yunaev, Moshe Malka, Nathalie Lisser Hazan, Einat Weitzman, Heleni Dagan.
La película articula dos espacios que conviven en constante armonía y tensión: por un lado, el plano de la realidad y, por el otro, el de la invención. En uno, se encuentran la esposa del protagonista, su padre, sus compañeros de trabajo y jefes; en el otro, habitan sirenas, caballitos de mar y tiburones. Estos planos se articulan con la figura de Roman quien pasa de un lado al otro como una manera de encontrar refugio frente a las demandas sociales y los fracasos que hacen de la vida un sinsentido convencional. De hecho, esto puede visualizarse en las primeras escenas donde el canto de las ballenas y la melodía del mar se mezclan con el sonido de teclas en pleno proceso de escritura.
La construcción de los personajes resulta bastante interesante. Por ejemplo, la que se realiza del hombre encargado del área de Recursos humanos de la empresa en la que Roman encuentra una vacante como empleado de bajo rango. El encargado de Recursos humanos se construye con un perfil cómico y trágico que se evidencia en episodios como la entrevista donde narra acerca del origen del trabajo. Señala que su primer ejecutor fue un hombre que trabajó en épocas en que el dinero todavía no existía, incluso, cuando la palabra “trabajo” no existía en la mente de las personas. Su relato incluye referencias a los monopolios y a la competitividad laboral que intercala con frases desopilantes acerca del cruce entre trabajo y vida religiosa.
Estas construcciones también operan en los personajes de su mujer y yerno. Ambos atravesados por un discurso del éxito que se mide en dos términos: procreación y éxito laboral. Si bien Roman podría desempeñarse en la compañía de seguro que tiene el padre de su esposa, opta por barrer las oficinas de una empaquetadora de papel. En cuanto a su pareja, esta pierde el deseo sexual y evita tener intimidad con él para optar por la autocomplacencia. En este punto, y frente a tantas demandas, el escritor hace del fracaso una forma de autonomía. Es una manera de rebelarse frente a las demandas de las expectativas que solo lo afectan cuando se trata de su producción literaria.
Como bien lo define su compañera en el camino de la escritura: “Eres como un taladro de diamante, puedes perforar cosas muy duras, pero sin ningún tipo de descanso, o grasa sintética, sólo se sobrecalienta y se rompe”. Esas inflexiones se producen en, por lo menos, dos momentos. El primero cuando el protagonista descubre los juguetes sexuales que esconde su esposa y, el segundo, cuando advierte, entre las pilas de papeles, el manuscrito que le había entregado a su amiga para que lo leyera.
En definitiva, se trata de una película que invita a reflexionar, en clave de humor, cuáles son las nociones con que se mide el éxito y de fracaso. Para el protagonista, escribir constituye un acto prioritario puesto que la ficción lo atraviesa e interfiere en la deriva de sus días. Mientras la vida acontece, la silueta de tiburones, sirenas y caballitos de mar, se desplazan por las ventanas del cuarto. Escenas idílicas que trazan una geografía marina donde la ensoñación es el modo de aprehender la escritura.
Actuación - 85%
Arte - 85%
Fotografía - 96%
Guión - 85%
Música - 88%
88%
Esta película reformula la noción del fracaso para colocarlo como opción, esto es, hay planos en los que se puede elegir fracasar. Hundirse, en este sentido, es asumir el propio deseo. Es la posibilidad de desprenderse del mundo para habitar el espacio de la escritura.