“Estados Unidos vs. Billie Holiday” de Lee Daniels. Crítica

Extraña fruta

La película dramática-musical “Estados Unidos vs. Billie Holiday” pone en evidencia el enquistado y difícilmente solucionable asunto del racismo histórico en ese país. Un análisis revelador del psicoanalista cinéfilo, Mario Betteo.

undefined“La droga y los negros son los responsables de que Estados Unidos esté corrompido” (FBI). Hay una extraordinaria variedad de productos fílmicos, miles de películas se producen en el mundo anualmente, y siempre hay espacio para alguna novedad. Esta vez le dedicaremos espacio y letras a mostrar cómo la industria cinematográfica tiene colores tan mezclados, intenciones tan diversas, objetivos tan dispares.

Este año se estrenó “Estados Unidos vs. Billie Holiday” (2020, Lee Daniels) con Andra Day como Billie Holiday; y entró rápidamente en la serie de producciones que políticamente correctas, ponen en evidencia el enquistado y difícilmente solucionable asunto del racismo histórico en ese país. Más allá del vestuario, la imponente caracterización de aquella estupenda cantante de jazz de los años ’50, hay dos elementos que asumimos como sorprendentes: 

Por un lado, aquella canción que Billie empezó a cantar (no es de su autoría) y que nos enteramos que fue duramente censurada por el gobierno de ese momento, “Strange fruit” la cual personalmente no conocía su existencia y que me conmovió muy especialmente:

Fruta extraña

“Los árboles del sur dan frutos extraños

Sangre en las hojas y sangre en la raíz

Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur

Extraña fruta colgando de los álamos

Escena pastoral del galante sur

Los ojos abultados y la boca retorcida

Aroma de magnolias, dulce y fresco

Entonces el repentino olor a carne quemada

Aquí hay fruta para que los cuervos depilen

Para que la lluvia se junte, para que el viento chupe

Para que el sol  pudra, para que los árboles caigan

Aquí hay una cosecha extraña y amarga”. 

Crítica de 'Los Estados Unidos contra Billie Holiday'Se trata entonces de una canción de protesta, de denuncia, poética y elusiva, de los asesinatos que sectores de la población blanca y católica de los estados del sur cometían hacia la población negra, los linchamientos populares hacia la población negra. Su autor fue Abel Meeropol. Este detalle vale toda la película. Lo que esa canción hizo, causó, provocó, incidió, sufrió.

Por otro lado, el modo en que se trata, a veces un poco obscena, de mostrar más de lo necesario, la relación de ella con el consumo de heroína. Es bastante habitual que se enlace el sufrimiento con la música, con el arte, como si fueran uno para el otro. Billie aplacaba el dolor de existir, de su propia experiencia, de su padecimiento personal con la dependencia de la heroína, la cual ella no quiere dejar, ni la sustancia se lo permite por la absorción gozante que produce, el separarse del maltrato.

Su infancia ya había sido un sufrimiento pero no todos los que sufren acuden al mismo lugar para olvidar. Fue víctima de una relación de poder entre los hombres y las mujeres que escapa al color de la piel. Era perseguida por el Estado por eso mismo, y el FBI le tendía trampas para poder inculparla de posesión de drogas. Sus perseguidores no estaban menos intoxicados que ella, cada uno con sus sustancias tóxicas. La diferencia era que Billie, su cuerpo, era su propio infierno y su propio paraíso, siempre y cuando dispusiera de ese objeto de goce. Ese afán de dedicarle minutos y minutos a todos los rituales y hábitos, un poco arrastrados por el atractivo que lleva entrar a la intimidad de la estrella, llega un momento que degrada eso mismo que quiere poner a la vista. 

La heroína es una fruta extraña. Los linchados que colgaban de los árboles eran frutas extrañas. Los hiper-legalistas del FBI son frutas extrañas. Billie Hollday fue una fruta extraña. Ella terminó pendiendo del árbol de su historia. Para saber algo de esto, vale tomarse el tiempo para un film como “Estados Unidos vs. Billie Holiday”.

Crítica: Mario Betteo

Edición periodística: Andrea Reyes

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