“After Life” temporada final: Critica

After Life de Netflix estreno su tercera y ultima temporada el enero pasado cerrando una produccion original producida y protagonizada por Ricky Gervais, reconocido actor que tambien interpreto grandes polemicas por sus declaraciones en premiaciones como los globos de oro, y ese mismo humor negro y acido es el que impera en la ultima entrega de su serie.

Con un total de 18 episodios, After Life trata de cómo el protagonista Tony sobrelleva su vida con la difícil tarea de superar y cargar a lo largo de toda la historia con la muerte de su esposa Lisa, a causa de una enfermedad terminal: Cáncer. La historia se desarrolla en la ciudad inglesa ficticia de Tambury, un pequeño pueblo sin ningún atractivo aparente pero repleto de personajes histriónicos que condimentan a la serie con un humor absurdo para compensar la dramática situación de Tony.

Un cartero que sale con una prostituta, un falso manager de estrellas y hasta un acumulador que sufre de una leve demencia, este tipo de personalidades son los que acompañan a Tony en su travesía de superación que pasa por el estadio de la negación, la nostalgia, el nihilismo y la autoflagelación provocando por momentos asco y por otros la empatía más pura en el espectador a raíz de la interpretación tan solemne de Gervais, quien es el más contundente en su rol. 

A lo largo de las tres temporadas podemos observar rutinarios escenarios que denotan la monotonía de la vida de los personajes, que solamente es atractivo por la bella arquitectura inglesa. Monotonía que la serie adorna con chistes sexuales, racistas, incómodos y disparatados, pero sin olvidar el lado sensible que la serie sabe explotar cuando quiere. Ya que si bien Tony pasa la mayor parte de la serie expulsando el odio y su frustración contra el mundo por perder a Lisa, esa es la misma razón que lo sensibiliza y lo hace tan vulnerable.

Sobre el final la historia se siente como un plato al cual le faltó tiempo de cocción, la comedia irracional rara vez tiene el efecto deseado y está lejos de el mejor lado de la obra, como lo es la evolución emocional y sentimental de los personajes ante las pérdidas y el continuar con la vida por duro que sea. Como es el caso de Anne, la viuda que tiene profundas y terapéuticas charlas con Tony hasta el final. Si bien el cierre es contundente y relativamente positivo para todos los personajes, la rutina escénica da la sensación de que la ficción jamás avanzó, y que el cast de personajes eran más adornos que humanos. 

Esto debido a que al final la serie apela al lado más humano de las personas, los vínculos y la felicidad, ambas cosas que Tony pierde pero logra resignificar en un bello mensaje que proyecta una fotografía de que la vida es un breve momento para compartir, y que si uno no es protagonista de la felicidad se puede ayudar a los demás a protagonizarla. En definitiva es una serie episódica con brillos y huecos y un poco de luz de esperanza al final de tanta oscuridad agridulce, pero siempre con poca capacidad de solidificar sus dos polos en un argumento sólido.

Direccion
Fotografia
Musica
Actuacion
Guion

Es una serie interesante con una premisa arriesgada pero con poca capacidad de configurar su bipolaridad entre proyectar emociones a flor de piel y chistes de lo más banales, infantiles y contraproducentes por momentos. Salvo por la actuación de Ricky Gervais el producto podría pasar desapercibido.

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Lucas Ritchie

Licenciado en Relaciones Laborales, aficionado a la cultura japonesa, series y anime.

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