“Supernova”, su título original en inglés, con Colin Firth y Stanley Tucci, es una especie de melodrama teatral filmado, que tiene un resultado ampliamente logrado por su narrativa, emotividad y despliegue técnico. En esta nota, imperdible análisis del psicoanalista cinéfilo, Mario Betteo, acerca de “Un amor memorable”, film disponible desde el 3 de junio en Cine Online de Cinemark Hoyts y Atlas Cines.
“Supernova” (título original en inglés), traducida como “Un amor memorable” de Harry Macqueen (2020), es un ejemplo más de cómo la extranjerización de la lengua es una calle de dos sentidos. Problema delicado si lo hay, el de la política de estandarizar, de comercializar y de anular lo propio y singular de cada lengua. Supernova… tal vez creyeron que sería emparentado inmediatamente como una película de ciencia ficción, ya que una supernova es una formación de las estrellas cuando están a punto de desaparecer, de agotar todo su combustible, de “morirse” y de producir una explosión de características inigualables, dándose a ver allí donde antes sólo había oscuridad. Sin embargo, debemos de escribir que la película se ocupa de otro tipo de explosión, de muerte, de extinción, aquella que puede suceder en el universo del amor.
¿Cómo queda el amante o el amado cuando uno de ellos muere? ¿Cómo se sobrevive? ¿El amor, no es uno de los templos de la memoria? Estas preguntas no forman parte del guion del film en cuestión, sino de los días previos a que Tusker, escritor de novelas, pareja de Sam, pianista en sus últimos momentos de actuación, emprende un viaje por cierta zona de Inglaterra en una casa rodante, como parte de un tour, que no es ni artístico-literario ni musical, sino el cierre de un ciclo en la vida de una pareja.
El director eligió dos verdaderas estrellas “stars” Colin Firth (Sam) y Stanley Tucci (Tusker) para darle cuerpo y voz a esta especie de melodrama teatral filmado. El resultado está ampliamente logrado, tanto en el fluir de la narrativa, la cámara que los acompaña sin exagerar las notas de intimidad para que se luzcan más los diálogos, una cámara que en ciertos momentos los capta como si estuviera en el cielo y desde allí mirara el amor entre estos dos hombres.
Como dice en cierto momento Tusker, “lo difícil es que no se está de duelo por las personas mientras estas aún están vivas”. El punto modal es que Tusker está perdiendo la memoria, afectado por una enfermedad seguramente neuronal, demencial, con lo cual él advierte que va perdiendo progresivamente el control de su vida, que pronto no va a reconocer a Sam, se va a olvidar de él, e incluso se habrá olvidando de quién se está olvidando. Es por eso que Tusker está decidido a conducir él su propia vida, suicidándose, antes de que llegue el olvido. Esto es la causa del vuelco que da la película cuando Sam se entera de esa decisión. Una de las escenas más logradas y originales del film es cuando en cierta ocasión social, Tusker ha escrito un elogio a la relación y a Sam, el homenajeado y, debido a su falta de concentración, le cede justamente a Sam la palabra para que él lea, con su voz, lo que ha escrito acerca de éste. Como si fuese que Tusker ya no está entre ellos. Entre fiestas y celebraciones van transitando los últimos días de la pareja junto con la inminencia de que una de las estrellas se va agotando, se va convirtiendo en un “pasajero que no quiere ser llevado a donde tiene que ir”. Así se van sumando las despedidas. Vale la pena aquí recordar a Aquiles y Patroclo, esos dos personajes de la Ilíada, mucho más famoso el primero, ambos guerreros aqueos, que son amantes pero que en cierto momento, el segundo es muerto en combate y Aquiles no puede más que llorar la pérdida de su amado, a lo cual responde volviendo Aquiles a esa guerra contra los Troyanos de la que él se había retirado. ¿Quién amaba a quién? ¿Cuál era el amante (erastés) y cuál el amado (erómenos)? ¿Qué causa el amor? Hay interpretaciones de todos los colores a este respecto. Lo que sí podemos confirmar es que en el caso de Tusker y Sam, este último es quien queda rendido, sometido, entregado a Tusker cuando éste le hace saber, a su manera, que ha tomado la decisión fatal. Lo distintivo es que en este caso, no se tratará de una muerte que arrastra a otra muerte, tipo Romeo y Julieta. He aquí la valentía de vivir que convierte eso en una brillante explosión del que partes minúsculas seguirán habitando los cuerpos de los vivos y de los que están aún por vivir.
Crítica: Mario Betteo
Edición Periodística: Andrea Reyes