Que el mundo fue y será una porquería,ya lo sé…pero estamos en la Argentina y las papas(fake news, hipocresía, enroques delirantes, hipocresía generalizada, promesas mentirosas, aventuras mesiánicas y avidez por el poder y el dinero)están que pelan.
Tanto Discépolo, como García Márquez(cómo es que llegamos a parecernos a Macondo?)estarán revolviéndose en su tumba y pensando en los aventureros de pacotilla cuya rapacidad no tiene límites y el saqueo propone que algo cambie para que todo siga igual(Lampedusa y Visconti en “El gatopardo”).Mientras tanto, la lucha entre tirios y troyanos parece no tener fin, tironeados por la derecha y la izquierda y un esperado centro que parece no dar en el blanco.En medio de esta feria de vanidades, ansia perversa y que pobres habrá siempre y la revolución es un sueño eterno(cine argentino del cincuenta y literatura de los setenta) la televisión y el cine ofrece, con una lucidez pasmosa, la decadencia argentina y los sueños rotos de un país que fue faro cultural del mundo y no llores por mí Argentina.”El marginal III”, sigue denunciando, sin ambages el manejo despótico y delincuencial(tanto presos como autoridades del penal se mezclan en sus propias miseria humanas) del sistema carcelario, donde matones sin piedad manejan el negocio de la droga, la prostitución y el dinero mal habido.Los que deberían ejercer la ley, con una mirada ejemplificadora se burlan de las normas y hacen gala de una hipocresía que incomoda, causa repulsión y muestra la impotencia de un sistema corrupto.
Y, si hablamos de corrupción, estupefacientes,coimas al por mayor y aprietes,donde no queda títere con cabeza,que mejor que meterse en el inframundo del “Tigre Verón” y ahondar en los turbios negocios de un sindicalista mafioso, al frente de una familia disfuncional y una pléyade de patoteros.Cualquier relación con la realidad es…¿mera coincidencia?.Renglón aparte merece el descomunal trabajo de Julio Chávez, con su estilo de actuación “física”, a lo Mitchun.
Pero el cine también pone el dedo en la llaga en la caída de los valores básicos, esta vez, en el campo, con una mirada más feroz que Albertina Carri,en La rabia.Es que el demiurgo de tanta vida miserable es nada más ni nada menos que el gran Celestino Campusano, una rara avis en el panorama del cine vernáculo, que en “Hombres de piel dura” vuelve a su cine bestial y de honestidad brutal y vuelve a conmover con otro cross a la mandíbula.La pedofía en la iglesia(pronto Ozon llega con “Por gracia de Dios”),vidas secas en un medio inhóspito y cruel y sexualidad desbordada(con imágenes crudas de homosexualidad), fluyen,con profundidad, en un film que sirve para denunciar y derribar prejuicios y deja, como en todas sus películas, un sabor amargo, sueños rotos y un cambalache emocional y trágico en un país a la deriva.