“Piola”: El hip hop es mi hogar. Crítica

Se estrenó en 2019 en el Festival de Cine de Guadalajara. También se presentó en el Festival de Cine de Málaga y este 2020 formó parte del Festival de Cine de Mar del Plata.

El film, dirigido por Luis Alejandro Pérez, narra las peripecias de un grupo de adolescentes chilenos quienes, en su pasaje a la vida adulta, sufren las envestidas propias de una sociedad que también adolece: “la gente de la ciudad ya no sabe ser feliz/ gritos y peleas a cualquier hora/ ruidos y bocinas son su banda sonora”.

La historia está protagonizada por Sol (Ignacia Uribe), Martín (Max Salgado) y Charly (René Miranda). De manera inesperada, el camino de estos jóvenes se cruzan cuando Sol, luego de robarle el vehículo a su madre (Paula Zúñiga), atropella a Martín, un muchacho a quien conoce del colegio y que sueña con dedicarse a su pasión: el hip hop y la música.

En este trabajo fílmico, los sonidos urbanos articulan una sola melodía. En las primeras escenas se puede observar al protagonista de espalda, luciendo una capucha y caminando por el pasillo del colegio rumbo al aula. Esa melodía visual se quiebra, de repente, con el sonido de la puerta al cerrarse. Dentro, Martín y Charly pasan al frente y en una suerte de escenario imaginario, rapean. El número molesta a la docente y el director, después de revisar la “Hoja de vida” de Martin González, decide suspenderlo.

La calle y los espacios urbanos cobran un lugar relevante. Los personajes están en constante movimiento, lo que le brinda a la narración un dinamismo vertiginoso. Como sucede, por ejemplo, en la escena en que descubren cómo otros adolescentes asesinan gatos en las vías del tren. Ya sea con amigos a bordo de un auto buscando fiestas, bebiendo y fumando; o bien, dentro de la camioneta o en una bicicleta, como es el caso de Sol, buscando a Canela, su mascota, la ciudad se construye con diferentes fragmentos visuales y auditivos.

En esta película se dan cita los más diversos discursos: desde la estética del rap urbano, pasando por el de la educación chilena hasta el discurso de la clase media y media baja representada en la familia de Martin con sus mudanzas y embargos. Articula, a través de una serie de subtítulos, la vida de las calles y de los jóvenes en esos espacios de tránsito. La sociedad y sus armas de fuego -como la que encuentran una madrugada luego de una fiesta- contrastan pero complementan con los sueños de dedicarse a la música.

Finalmente, la palabra “piola”, término que da título a la pieza, proviene de la jerga juvenil y señala “una situación o persona que es muy callada o tranquila, tanto que puede pasar desapercibida”. Sin embargo, en este mundo creado y re-creado por Pérez, viene a resaltar la calle como espacio de imaginación, un lugar donde habita el espíritu de la creatividad y la poesía urbana. En ese hogar, la juventud guarda sus juguetes favoritos: aerosoles, hip hop, rap, rebeldía, capuchas, cigarrillos y mucha pasión.

Calificación

Actuación
Arte
Fotografía
Guion
Música

La película traza una cartografía del sonido urbano a la vez que da cuenta de cómo la poesía encuentra, en las calles, su hogar y su fuente de inspiración.

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Juan Páez

Licenciado en Letras y Diplomado en Periodismo Digital.

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