El film, dirigido por Luis Alejandro Pérez, narra las peripecias de un grupo de adolescentes chilenos quienes, en su pasaje a la vida adulta, sufren las envestidas propias de una sociedad que también adolece: “la gente de la ciudad ya no sabe ser feliz/ gritos y peleas a cualquier hora/ ruidos y bocinas son su banda sonora”.
La historia está protagonizada por Sol (Ignacia Uribe), Martín (Max Salgado) y Charly (René Miranda). De manera inesperada, el camino de estos jóvenes se cruzan cuando Sol, luego de robarle el vehículo a su madre (Paula Zúñiga), atropella a Martín, un muchacho a quien conoce del colegio y que sueña con dedicarse a su pasión: el hip hop y la música.
En este trabajo fílmico, los sonidos urbanos articulan una sola melodía. En las primeras escenas se puede observar al protagonista de espalda, luciendo una capucha y caminando por el pasillo del colegio rumbo al aula. Esa melodía visual se quiebra, de repente, con el sonido de la puerta al cerrarse. Dentro, Martín y Charly pasan al frente y en una suerte de escenario imaginario, rapean. El número molesta a la docente y el director, después de revisar la “Hoja de vida” de Martin González, decide suspenderlo.
La calle y los espacios urbanos cobran un lugar relevante. Los personajes están en constante movimiento, lo que le brinda a la narración un dinamismo vertiginoso. Como sucede, por ejemplo, en la escena en que descubren cómo otros adolescentes asesinan gatos en las vías del tren. Ya sea con amigos a bordo de un auto buscando fiestas, bebiendo y fumando; o bien, dentro de la camioneta o en una bicicleta, como es el caso de Sol, buscando a Canela, su mascota, la ciudad se construye con diferentes fragmentos visuales y auditivos.
En esta película se dan cita los más diversos discursos: desde la estética del rap urbano, pasando por el de la educación chilena hasta el discurso de la clase media y media baja representada en la familia de Martin con sus mudanzas y embargos. Articula, a través de una serie de subtítulos, la vida de las calles y de los jóvenes en esos espacios de tránsito. La sociedad y sus armas de fuego -como la que encuentran una madrugada luego de una fiesta- contrastan pero complementan con los sueños de dedicarse a la música.
Finalmente, la palabra “piola”, término que da título a la pieza, proviene de la jerga juvenil y señala “una situación o persona que es muy callada o tranquila, tanto que puede pasar desapercibida”. Sin embargo, en este mundo creado y re-creado por Pérez, viene a resaltar la calle como espacio de imaginación, un lugar donde habita el espíritu de la creatividad y la poesía urbana. En ese hogar, la juventud guarda sus juguetes favoritos: aerosoles, hip hop, rap, rebeldía, capuchas, cigarrillos y mucha pasión.
Calificación
Actuación
Arte
Fotografía
Guion
Música
La película traza una cartografía del sonido urbano a la vez que da cuenta de cómo la poesía encuentra, en las calles, su hogar y su fuente de inspiración.