Escrita y dirigida por Kris Niklison, la coproducción argentino brasileña, es una muestra más de la calidad de esta multifacética artista.
La locación en un sector del árido Brasil es en el medio de la nada y en la nada misma. Todo es estéril, yermo, abrasador y casi asfixiante. Con un minimalismo extremo, en esa tierra tan desprovista, solo hay tres personajes: el empleado, el patrón y su mujer. Solo tres animales como personajes principales, el perro y los dos bueyes. Un par de cerdos y pollos, como secundarios. Y una humilde casa de adobe con un cerco precario de palos.
El patrón se levanta y ata al perro. El perro le ladra al peón que acaba de llegar, abre la tranquera y va hacia el galpón a buscar los elementos para la labranza. Atan los bueyes al yugo y se suben al carro y parten. Predominan los colores marrones y ocres y muy poco verde. Llegan a un lote y con los mismos bueyes y un arado de mancera comienzan a labrar la tierra. La mujer del patrón cuelga la ropa y le da agua al perro que sigue atado al árbol. Al atardecer ellos llegan en el carro.
Esta historia se va repitiendo con pequeñas variaciones y con el cuidado de los cambios de planos y enfoques hasta el desenlace.
Con esta mirada, la directora va mostrando con un tono altamente poético, un mundo anacrónico con códigos selváticos y salvajes donde predomina el más fuerte y la inexistencia de cualquier vestigio de empatía y de humanismo. El cruel mundo del macho depredador.
En apenas 18 minutos, Kris Niklison hace recordar al espectador de las grandes ciudades que hay varios lugares en este mundo, donde todavía hay mucho que cambiar.
Clasificación
Actuación
Arte
Fotografía
Guion
Música
Un cortometraje con un clima y una atmósfera que lo dice todo.
