La primera temporada de la serie española dirigida por José Velasco y Adolfo Martínez Pérez, recorre en cinco episodios la juventud del legendario Ruy Díaz de Vivar.
El inicio de la obra es simbólico: un primerísimo primer plano de una espada gloriosa y una mujer aconsejando a su pequeño hijo. La originalidad de esta producción estrenada por Amazon Prime Video el 18 de diciembre radica en la construcción de la figura del héroe y, en paralelo, una interesante reflexión sobre la naturaleza del poder femenino en el seno de la nobleza española del siglo XI.
La historia narra la adolescencia de Ruy, protagonizado por Jaime Lorente (La Casa de Papel), quien encarna al conocido Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Se cuentan sus hazañas en el séquito del infante Sancho, el primogénito del rey Fernando I El Grande. Las circunstancias referidas lo acercan más al personaje histórico que al mítico héroe del primer poema épico español.
El joven guerrero se va ganando la confianza y el prestigio gracias a sus intervenciones en varios combates: uno de ellos es la batalla de Graus, en 1063. Las mujeres de la serie también edifican sus historias equiparables –en muchos aspectos– a aquellas que sólo estaban permitidas a los varones de la época. Urraca, una de las hijas de Fernando, se queja y desafía al padre porque las “leyes de hombres” no permiten que el otro sexo herede las coronas.
El taller de bordado es el gineceo que congrega a las doncellas de la corte. Ellas desean superan los límites impuestos por el poder de los varones. La misma Jimena ocupa un protagonismo inédito si se lo compara con el del texto creado por los juglares del Mio Cid. Ella le manifiesta al conde Flaín, el padre de su prometido Orduño, que desea deshacer su compromiso porque el joven la había querido forzar a tener relaciones sexuales. Su postura triunfa y queda liberada de toda obligación.
Jimena, en otro episodio, enfrenta a su padre por la violencia física que él había ejercido sobre su madre. No duda en amenazarlo seriamente. “Los hombres se creen nuestros dueños”, comenta delante de la infanta Urraca. La hija de Fernando, quien tampoco se caracteriza por la temeridad, le responde aconsejándola: “Lo son si los dejan”.
Sancha, la esposa de Fernando I y madre de Urraca, era la heredera de los derechos al trono de León como hija del rey Alfonso V y hermana de Bermudo III. Sin embargo, su marido fue ungido rey año después de la muerte de su cuñado, debido a que en la Edad Media no se reconocía a las mujeres como monarcas con poder efectivo.
Fernando le grita a la infanta Urraca que la naturaleza la había dotado de debilidad por su condición sexual. Ella sabe que su hermano recibirá todo porque nació varón, aunque en los hechos lo supere en valentía y sagacidad. Las palabras del padre retumbarán en los oídos de la joven como un desafío para el inicio de otro tipo de gesta, más íntima y personal, pero no menos sangrienta.
El rey muere tras una larga agonía. Sus territorios son divididos entre sus herederos. Ruy jura lealtad eterna. Flaín, el traidor, escupe sobre la tumba del monarca. Urraca, Sancha y Jimena están satisfechas porque construyeron sus propios triunfos aunque no hayan empuñado ninguna espada en el campo de batalla. El Campeador y ellas se están abriendo un destino.
Calificación
Dirección
Montaje
Arte y fotografía
Música
La originalidad de esta producción radica en la construcción de la figura del héroe y, en paralelo, una interesante reflexión sobre la naturaleza del poder femenino en el seno de la nobleza española del siglo XI.