Un film interesante aunque pretencioso, anunciado con gran expectativa por Netflix. En esta nota, las “perlitas” no logradas de este film “semi-documental”, desde la perspectiva del Psicoanalista cinéfilo, Mario Betteo.
La última película de la estupenda realizadora Maite Alberdi, “El agente topo” (2020) se anunció con bombos y platillos acompañada por la orquesta de Netflix. Un anterior documental de ella (“Las once”) había resultado conmovedora por la simple manera de retratar, de acompañar digamos, a unas mujeres chilenas que les gusta compartir las “once”: una especie de té completo que se acostumbra a servir en Chile a eso de las cinco de la tarde y que le permite a Alberdi retratar sin retoques, la clase media chilena con sus ideales y fracasos.
Diego Broderson, en su crónica de Página 12, escribe: “¿Qué quiso hacer exactamente en su última película la documentalista chilena Maite Alberdi, directora de largometrajes como “La Once” y “Los niños”? ¿Montar un pequeño procedimiento de ficción sobre un registro de lo real? ¿Describir las luces y sombras de la vida en una institución de retiro para personas de edad avanzada? ¿Darles un lugar preponderante a los ancianos y ancianas en un terreno artístico, el cine, que no suele dedicarles demasiado tiempo o espacio? ¿Hacer reflexionar al espectador, conmoverlo, provocar sus risas y llantos? Tal vez el deseo de “El agente topo” sea cubrir todos esos flancos e incluso algunos más”.
De lo anterior, podríamos decir que el problema que se halla en este film es, justamente, su deseo de cubrir demasiados flancos; o dicho de otra manera, que en el planteo de la película está la clave de su resultado. El espectador advierte -cada tanto- que es más un ejercicio “ficticio” que una ficción.
La razón argumental de la película pasa por infiltrar a un personaje anciano dentro de una residencia de adultos mayores con el fin de hacerse pasar por un residente nuevo, usando para ello dispositivos modernos de comunicación, cámaras en los lentes, el smartphone en plena acción; en fin, se trata obtener información para una clienta que lo contrató (a través de una agencia de detectives) con el objetivo de averiguar, de esa manera, si la madre de la clienta que allí reside, está siendo bien cuidada, tratada, atendida. Incluso se la llama “blanco” a la señora que debe de ser el blanco del espionaje en lugar de ser la residencia, el blanco a espiar. De allí parte la figura del espía, del topo, el punto más fuerte y más débil. Como lo dice el mismo personaje hacia el final de su experiencia en la residencia: “Ya me quiero salir… ¿por qué no se encarga la hija de venir y averiguar personalmente el estado de su madre?”.
Convengamos que un espía nunca está al servicio de particulares, sino de estados, agencias de inteligencia, intereses de gobiernos; sin embargo, este señor, Sergio Charny, no hace de espía sino de investigador privado, un “undercover” que acude al casting para cubrir, para ocuparse de su propia falta; puesto que hace muy poco se le ha muerto su esposa, o sea que es un hombre que está afectado por una pérdida afectiva que lo coloca en duelo. Este dato vale más que el artefacto construido para investigar, no obstante, el asunto que nos lleva a escribir estas líneas hoy está en otro lado.
La falsedad es muy útil a la hora de confeccionar una estructura de ficción. La verdad tiene estructura de ficción; pero para eso tiene que sostenerse en un estilo. En “El agente topo”, el espectador advierte cada minuto que es una estratagema, y eso impide que nos engañemos verdaderamente, como cuando estamos con un verdadero ilusionista. Al respecto, un notable ejemplo del acierto en esta manera de filmar es “Zombies en el cañaveral”.
Ahora bien, nada de lo anterior desdibuja el hecho que esos espacios llamados “hogares de ancianos”, “geriátricos”, escasamente de interés por las artes en general, haga de este film semi-documental un punto muy a favor al poner en el ojo de la imagen, al grupo de los mal llamados “abuelitos”. Por ejemplo, hay una mujer que reside allí desde hace 25 años que es soltera y virgen, y se enamora de Don Sergio; hay otras madres que sus hijos literalmente las han abandonado. Empero, en ese espacio vacío es que también, en este caso, se aloja un elemento fundamental de la sociedad: la religión católica, sus emblemas, sus símbolos, sus exaltaciones de la Santa Madre y de las glorias divinas, a los sacrificios y a la recompensa luego de la muerte, para neutralizar, disimular, la crueldad que en ocasiones las madres afectan a sus hijas e hijos, e inversamente la de ellos hacia ellas. La crueldad de la cruz. La religión cumpliendo la función de un infiltrado que trabaja para frenar o apaciguar cualquier protesta, queja u opinión de desacuerdo. Estar en una residencia puede ser un estado sofocante aunque haya flores y atención casi personalizada.
Hay pocos hombres allí (se ven sólo dos y nunca hablan). Los padres, esposos o compañeros como que, o han muerto o sobreviven fuera de las reclusiones algunas veces necesarias y otras innecesarias de esas mujeres. El film retrata, de manera soberbia, la deriva de muchas de ellas.
¿Qué hubiese pasado si toda la película se hubiera realizado desde el ángulo de la primera persona, con una cámara escondida? ¿O en el otro extremo, realizarla plenamente como un falso documental, narrado con un ojo “tercero”, sin hacer entrar el punto de vista del personaje espía? Es decir, ensayar hacer un documental que sea falso pero parezca verdadero o un documental verdadero que parezca falso. Da la impresión que con el afán de subir la vara, de escalar en nuevas propuestas, la directora tropieza con su propio deseo de mostrar las dos cosas al mismo tiempo. De todas maneras, el film resulta mucho más interesante por la polémica que suscita que por el ribete cinematográfico que espera ser premiado internacionalmente. En definitiva, pareciera que “El agente topo” se topó con el agujero de su madriguera.
Crítica: Mario Betteo
Edición Periodística: Andrea Reyes
Calificación
Dirección
Guion
Arte y Fotografía
Actuación
El film resulta mucho más interesante por la polémica que suscita que por el ribete cinematográfico que espera ser premiado internacionalmente.