“Sorry we missed you” de Ken Loach. Crítica

La “falsa” autonomía del sistema capitalista

En “Sorry, we missed you” (“Lazos de familia”), su guionista y director hace una crítica extraordinaria de lo que él denomina “tecno-liberalismo”. Una recreación perfecta de las nuevas formas de opresión del capitalismo. Sorry We Missed You - Kindle edition by Laverty, Paul, Loach, Ken, O'Brien, Rebecca. Literature & Fiction Kindle eBooks @ Amazon.com.Horriblemente traducida como “Lazos de familia” (desorienta al espectador acerca de qué se trata realmente el film) más allá de esto, damos la bienvenida otra vez más a una nueva película del director inglés Ken Loach (“Sorry, we missed you”, 2019). 

No estoy de acuerdo con quienes dicen que al cine de Ken Loach le hace  falta arte por el simple hecho de ser fiel a su modo de filmar y contar historias de la sociedad en que habita. Se le atribuye a Sigmund Freud haber dicho que él tenía pocas ideas, pero fijas. A Ken Loach, por suerte, le sucede lo mismo. Lo que ha sido clasificado como un cine de realismo social forma parte de un estilo de planteo que no lo desmerece, sino que enriquece la cartelera a veces demasiado inclinada hacia el cine de entretenimiento. 

La larga cinematografía de K.L. bien se puede resumir ideológicamente en su documental de 2013, “El espíritu del ’45”: nos transporta a los años en que el gobierno laborista inglés implementó un programa económico que jerarquizó a las clases trabajadores sin tener que pretender venderle una fantasía de ascenso de clase, ofreciéndole un más que admirable programa socialista de lo posible. Hasta que el peso del mundo del gran consumo, de la propaganda del progreso individual y de la caída de las grandes utopías hizo a los británicos elegir a Margaret Tatcher. 

Hoy estamos otra vez en medio de una catástrofe económica, política que mucho le debe al modo en que, al mismo tiempo que ha enriquecido el planeta en comunicación y en transmisión de datos, ha empobrecido en la misma escala los índices de pobreza mundial, la pauperización de las clases trabajadoras y la crisis medio ambiental, producto de la obscena manera de explotar los recursos naturales en el último siglo. 

Ken Loach no hace una película para contarnos una crisis familiar, sino para mostrarnos cómo una familia de laburantes ingleses queda nuevamente atrapada en las redes ahora del mercado controlado por las tercerizadas empresas y sus fieles aliados tecnológicos. De allí el título original, “Sorry we missed you” que está escrito en las tarjetas que dejan los conductores de entregas a domicilio (PDF) cuando no encuentran al destinatario: “Lástima que no lo encontramos”. Debo hacer notar que la palabra “missed” en inglés se usa para el no encuentro pero también para “extrañar” a alguien. La película es una crónica de algo que parece nos llegará a nuestras puertas o más bien, algo que ya está en nuestra vida cotidiana.  

La familia en cuestión: Rick, desempleado pero que recurre a una empresa de transporte de correo que le promete ser dueño de su trabajo, sin contrato sin beneficios sociales, donde tiene que aportar el vehículo y además se convierte en un esclavo independiente de un “scanner” portátil que es la máquina que lee  todo lo relativo al envío y que se convierte en el amo omnisciente al que le debe la felicidad de cobrar una comisión por cada envío llegado a tiempo y forma. Al nuevo esclavo no lo van a buscar, sino que es él el que sólo va para que lo exploten. Ricky le dice a Emma, su esposa, cuando están con el agua al cuello: “No sabía que iba a ser tan difícil”. Porque Emma, por su lado, atiende a gente anciana a domicilio, sin tampoco contar con quien pueda resolver los problemas que se presentan diariamente. Todo es a distancia. Dos hijos, Sebastián y Liza, van a recibir la desatención que causa semejante estrago y encierro económico de los padres, siendo hacia el final, los nuevos protagonistas de la crisis de cada uno de ellos. 

Una escena crucial que Ken Loach y Paul Laverty, su co-guionista habitual, acentúan es cuando decide el padre sacarle de las manos el celular a su hijo a raíz de una serie de pequeños delitos cometidos por Sebastián. Emma lo interpela diciendo: “Le estás sacando la vida, porque allí tiene todo, la escuela, sus amigos, las redes, la diversión”. No nos cansaremos de decir que hoy por hoy, un teléfono ya no es un teléfono, así como el scanner no es una herramienta más. Se trata de objetos electrónicos que no son como un martillo o una sierra (mecánicos): cada smartphone almacena un plus de satisfacción que está indisolublemente asociado con todo lo que se considera como lazo social, amistades, familia, trabajo, educación, entretenimiento. Es el gran “almacén de oportunidades”. Si retiramos alguna de esas funciones, perdemos todo. Eso lo convierte en indispensable y quedamos a su servicio en lugar de ser a la inversa.  

Ken Loach nos presenta un problema inédito de la historia (no es el único que se embarca en ese tipo de denuncia): la progresiva descalificación del juicio subjetivo en beneficio de un management algorítmico y la invisibilidad computacional, el famoso “sistema”. El tecno-liberalismo pretende hacer del trabajador  un “socio del empresario”, planteándole un falso igualitarismo de oportunidades que se convierte en una democratización del control. Toda la dinámica de esa familia queda finalmente controlada por el scanner, ya que cualquier ausencia, falta de Rick, justificada o no, hace infeliz al aparato en cuestión (sic), que es el que compite con otros scanners del país, es decir, con las otras empresas de correo.  

Es posible que este film tenga en su última media hora, un acelerado color melodramático y una salida de la angustia algo inverosímil. Tal vez se deba a que los hilos de la gran trama económica laboral hacen sobresalir los agujeros que toda familia alberga. El combatiente director no descansará en mostrar cómo la invisible risa del capitalista se asocia con la triste figura del trabajador que con su mano de obra sostiene de alguna manera el sistema que lo explota. No se trata de exaltar a la clase obrera, sino de no exaltar la idea de “progreso” atada a una nueva revolución, la del sistema capitalista que ha encontrado una significativa materia prima de la que apoderarse: la Big Data y su nuevo modelo de negocios, el de las plataformas. Todo esto y más, es lo que le preocupa al cine de Ken Loach.

Crítica: Mario Betteo

Edición periodística: Andrea Reyes

 

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