“Pig” Crítica. Una búsqueda introspectiva.

Hay una serie de circunstancias y factores que se suelen repetirse en las películas de venganza o rescate de Hollywood: son protagonizadas por hombres solitarios, generalmente viudos o divorciados, que dejaron sus épocas de gloria atrás para vivir una vida pacífica lejos de aquellos años. “Pig”, dirigida por Michael Sarnoski, reúne todos estos requisitos, pero increíblemente logra escaparle al curso típico para ir más allá. 

 El film trata sobre un hombre ermitaño llamado Rob (Nicolas Cage) que vive en el bosque y se sustenta buscando trufas, unos hongos muy valiosos que encuentra gracias a su mascota y compañera de vida, su cerdita. El problema es que, una noche, un grupo de delincuentes secuestra al animal y deja inconsciente al pobre Rob.

Hasta esa escena, todo transcurre de manera típica, sin sobresaltos, pero es en la búsqueda de su mascota cuando se ve el toque distinto de Sarnoski: uno espera que este se arme hasta los dientes, recupere sus hábitos de ex-espía de alguna organización gubernamental y comience a buscar a fuerza de violencia y sangre dónde está su cerda; como se vio en películas como “John Wick” o “Búsqueda Implacable”, pero no, nada de eso sucede. 

El film recorre a este solitario hombre, junto a su comprador de trufas (Alex Wolff), en su vuelta tras 15 años a la gran ciudad, en donde en algún momento fue muy famoso y respetado. Con escenas largas y lentas, con mucho diálogo y poca acción, esta película que parecía ser una más en la filmografía de Cage se convierte en una de las más introspectivas e intensas en cuanto a la trama y el mensaje que deja. 

Se trata sobre la soledad, las heridas del pasado, el amor hacia un animal y todo lo que un hombre puede llegar a hacer en la búsqueda por éste, ya que lo importante nunca fueron las trufas y el dinero, podría haberse comprado otro cerdo y listo, pero no, él amaba ese cerdo y va a destapar todo su pasado para volverlo a encontrar. 

Sin ser implacable, por momentos lenta de llevar, “Pig” sorprende y lleva a Nicolas Cage a un cine de culto que pocas veces se lo vio realizar, y lo logra con una altura increíble, con una película intensa, distinta, que no decepciona para nada con un final que, como todo el film, se sale del molde y sorprende al espectador.