Perros que se ladran. Crítica de “Dóberman” de Azul Lombardía.

Una tarde de siesta en las afueras de la ciudad, dos mujeres entrecruzan sus mundos transformando una charla casual en un campo de batalla, sin poder prevenir lo inevitable: una tragedia doméstica. Por Bruno Calabrese.

En el 2013 Azul Lombardía presenta “Dóberman” en el ciclo de “Óperas Primas” en el Centro Cultural Ricardo Rojas y se convierte en un éxito que recorrió hasta 2018 otras salas del circuito independiente. Después de su extenso recorrido teatral, la directora y dramaturga decide llevar la obra al cine, incorporando a las actoras originales al proyecto.

La película comienza con las dos protagonistas en la cotidianeidad de sus vidas. Mercedes (Mónica Raiola) se despierta a las dos de la tarde, se prende un cigarrillo y se pone a hablar por teléfono con una amiga. Estas primeras escenas nos pintan de cuerpo entero al personaje, una empleada pública, algo frustrada, charlatana, algo resentida. En esa charla despliega toda su verborragia.  Envidia, ironía y  humor ácido descargan sus palabras. Chismes, algunos con lujos de detalles, fantasías eróticas con un vecino remisero, todo se da mientras cumple con los ritos cotidianos de cocinar, lavar y planchar.

En paralelo vemos como el personaje de Mirna (Maruja Bustamante) recorre en bicicleta las calles de tierra de un pueblo o pequeña ciudad ubicada en las afueras de Buenos Aires. La bicicleta termina frenando en la casa de Mercedes, y una visita que tiene un tono casual y de charla de vecinas terminará alterando la tranquilidad de Mercedes. Mirna es una mujer con evidentes problemas psicológicos y medicación encima, que Mercedes recibirá con aceptación y paciencia. Lo casual de la situación no nos hace presagiar la tormenta que se desatará entre las dos.

La película describe de manera perfecta el micromundo de estas dos mujeres a través de diálogos triviales y cotidianos que en un principio parecen propios de una comedia costumbrista.  El fuerte de “Dóberman” es la química que tienen las actrices. Ambas se lucen a la hora de trasladar la dramaturgia teatral al universo cinematográfico. Con una naturalidad admirable uno puede percibir el conocimiento que tienen las actrices de sus personajes.

La casa de Mercedes como única locación, iluminada de manera natural y el sonido de las chicharras,  le dan a la película credibilidad, haciendo que se sienta cercanía con la ambientación del film y las protagonistas. Su estética minimalista y desarrollo narrativo nos recuerda a “Carnage” de Roman Polaski del 2011, adaptación cinematográfica de la obra de teatro con el mismo nombre. En ese film, la corrección política de los personajes interpretados por Jodie Foster y Kate Winlest, va quedando de lado a medida que los diálogos van fluyendo y la confianza entre los personajes va derivando en nuevos temas hasta llegar al centro de conflicto, haciendo implosión en el final, al igual que sucede entre Mercedes y Mirna. 

“Dóberman” es una película que logra captar el interés en la palabra de los protagonistas, quienes hacen gala del uso desmedido de su lenguaje para reflejar de manera eficiente un universo femenino específico. Una interesante adaptación cinematográfica que, a pesar de los riesgos que eso implica, logra captar la esencia de la obra original.

Puntaje: 80/100.

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