La realizadora María Álvarez puntualizó cada momento de producción de la cinta y expresó sus sentimientos sobre el proceso de elaboración, tras obtener la distinción como Ganadora de la Competencia Argentina en la 35° edición del Festival de Cine Internacional de Mar del Plata. Por Javier Erlij, entrevistador y en edición Martín Beamurguía.
-Ganaste en el BAFICI el premio elegido por la gente y ahora un reconocimiento por los jurados en la Competencia Argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde había muy buenas propuestas y la tuya no deja de serlo. Me parece importante reconocer a la agrupación de la “Tercera juventud”, un hermoso grupo que se junta a leer desde hace dos décadas el libro “El tiempo perdido” de Marcel Proust en las cercanías del Teatro Colón. Felicitaciones. Considero que es la segunda ópera. Te ubicaste en las cinéfilas también, ese pelotón de gente que ama ir al cine en la tercera edad y acá también estas personas que disfrutan de analizar cada fragmento del libro de 3500 páginas de Proust.
¿Qué te llevó a decir acá hay una historia para filmar?
-María Álvarez: En primer lugar, como bien mencionas, en la primera película donde está este equipo de Proust, que los conocí en el 2015, los fui a filmar y esas escenas quedaron en “Cinéfilas”. Seguí yendo a filmarlos, sin mucha idea de si iba a rodar un film o no, me inspiraban y yo quería ser parte. A partir de ahí empecé a leer a Proust y sentí que esa obra que estaban leyendo era una trama de ellos mismos. Esa relación generaba una sensación poética y emotiva. Personalmente me conmovió muchísimo. Entendí que había material para filmación. La relación entre la obra y el metalenguaje atraía un gran interés.
-¿Cuánto tiempo le demanda a este grupo cada pasada de lectura del libro?
-María Álvarez: Evidentemente cada una de las sesiones es diferente. Ellos no realizan una lectura completa de toda la publicación, extraen fragmentos que trae Alberto, que es quién organiza y después cada uno va dejando sus aportes de cada tomo, y lo van leyendo en orden. No lo leen en su totalidad, porque tiene 3500 páginas aproximadamente, dependiendo la edición, son 7 tomos. En la cinta habrá un 0,1% de eso. Es ínfimo. Mientras los grababamos estábamos trabajando en otra cosa. Nos encontrábamos cuando veníamos a Buenos Aires. Fueron 22 encuentros en desorden. Se juntan un sábado por mes y nosotros no podíamos ir siempre. Fue todo muy fragmentado y por eso se construye bajo una pequeña porción de cada uno de los tomos, se trazó en una línea que fuese la más relacionable para todos. Esa temática es el amor. Elegí el vínculo amoroso entre Marcel y Albertina para llevar el relato porque me parecía que cualquiera podía interpretarlo. Todos en algún punto sabemos lo que es el amor o intuimos lo que es.
Personalmente me conmovió muchísimo. Entendí que había material para filmación.
-Lo vas extrapolando comparativamente con su historia personal, con lo que les va sucediendo estos personajes del documental digamos, estas personas que se juntan y van relacionando su vida en torno a Prust. Aprovechan como un fluir de la conciencia para comentar sobre ellos mismos…
-María Álvarez: Profundizan y se exponen también. Comparten. Es un punto de encuentro. Me parece muy fuerte. Se dan el espacio para no estar de acuerdo. Se ríen de ellos mismos. Hay cosas hermosas que pertenecen a la comunicación presencial.
-¿Cómo reaccionaron ante la filmación? ¿Se cohibían?
-María Álvarez: En este documental fue diferente a las “Cinéfilas” porque en esa ocasión ellas nos abrieron las puertas de sus casas y ese es un nivel de intimidad grande, en este caso sólo hicimos tomas del grupo. Nos presentábamos antes que ellos y filmábamos, nos estaban pendiente de nosotros, estaban en su mundo. Grabábamos de corrido las 3 o 4 horas sin correr las cámaras.
Elegí el vínculo amoroso entre Marcel y Albertina para llevar el relato porque me parecía que cualquiera podía interpretarlo. Todos en algún punto sabemos lo que es el amor o intuimos lo que es.
-Me imagino el tiempo que llevó la edición…
-María Álvarez: Te diría que esa fue la tarea más ardua de todo el documental, igualmente me daba placer sentarme a editar. Eran siempre las mismas escenas, las mismas personas, pero representaba tiempo ganado para mí. Llegué a armar 30 horas de película. Una introducción de 10 horas, un medio de 9 horas y a partir de ahí fui reduciendo hasta llegar a lo que hay. No sé si volveré a trabajar a esta dimensión de cantidad y de minuciosidad. Era siempre lo mismo, pero a su vez algo distinto. El pequeño gesto, la sonrisa y comentarios. Yo me reía con ellos. Vivieron conmigo casi.
¿Por qué la decisión de filmarla en blanco y negro?
-María Álvarez: Porque había cosas filmadas en 2016 y 2018, entonces el blanco y negro lo que hace es unificar. Si quería usar otros planos y ellos estaban con vestuarios diferentes. Se trata de una edición artesanal, yo no soy una editora profesional. Estuve muchas horas sentada. Fue una decisión estética. Le daba atemporalidad y la película lo necesitaba.
Grabábamos de corrido las 3 o 4 horas sin correr las cámaras.
-Esperemos que cuando se vaya la pandemia pueda llegar a las salas…
-María Álvarez: Por favor. Ya sabés por cinéfila lo “talibana” que soy de las salas, realmente no concibo estas formas de ver las películas. Para mí no es cine y lo sostengo.
Había cosas filmadas en 2016 y 2018, entonces el blanco y negro lo que hace es unificar. Se trata de una edición artesanal, yo no soy una editora profesional. Estuve muchas horas sentada. Fue una decisión estética. Le daba atemporalidad y la película lo necesitaba.