“Lúa vermella” de Lois Patiño. Crítica

La última producción del director, oriundo de Galicia, Lois Patiño integra la Competencia Estados Alterados del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata; siendo este su segundo largometraje, como también así su segunda participación. Con una intención narrativa diferente, escapa de los tratamientos del cine convencional. Explora la relación entre mito y ambiente. ¿Quién crea a quien, lo primero a lo segundo o viceversa?

El tiempo pareciera estar estancado en este pequeño pueblo costero de Galicia. La leyenda del Rubio y el monstruo flota sobre los habitantes que permanecen petrificados. El buzo desapareció misteriosamente en el mar, que ahora devuelve cadáveres de pescados, la criatura vive en él. Esto deriva en la llegada de tres meigas, mujeres con habilidades mágicas. Éstas son las únicas que deambulan con normalidad, buscando algo que solo ellas pueden encontrar.  

Los aspectos técnicos merecen ser resaltados en esta producción. La fotografía de la misma posee una plasticidad pictórica, haciendo que el ojo quiera recorrer la totalidad del cuadro. Si bien la belleza de los paisajes colabora, los largos planos generales se convierten en postales. De estos mismo se desprende el trabajo sonoro, que rompe con las normas del cine. Aquí escuchamos los pensamientos de los personajes en primer plano, por más que los veamos diminutos en él; lo cual se transforma en un problema cuando más de una persona lo ocupa, dificultando diferenciar quien es el dueño de la palabra. 

Los espacios mostrados se cargan de un misticismo fantástico, ya sea cuando se los habita, en este caso cargado por elementos del folklore gallego, pero más aún cuando están vacíos. Es entonces cuando el espectador se ve obligado a llenar los espacios desocupados, sin saber nunca si el monstruo es real o si el Rubio existió alguna vez. Sólo queda la certeza de las meigas, estos seres misteriosos con extrañas habilidades, quienes terminan tomando el control del pueblo. 

Lois Patiño en Lúa vermella consigue crear y conservar todo el misticismo que debe poseer una leyenda para ser tal. Con un estilo único y personal que no deja de lado la belleza del encuadre ni la experimentación narrativa.