El Faro de Robert Eggers. Crítica.

La última y siniestra película, de una intensa hora y cincuenta minutos, del talentoso director Robert Eggers, quien junto a su hermano Max, pergeñó “The Lighthouse”, “El faro” (2019), es una joya maldita y aterradora, como hace tiempo no se veía en cine.

Inspirada en “Poe”, Eggers, que ya había mostrado todo su talento para lo fantástico, vuelve, después de la sorprendente y original “The Witch”, con un thriller psicológico, agobiante, opresivo y, por momentos repulsivo, y vuelve a dejar sin aliento.

En la década de 1890, dos fareros (mejor sería decir guarda-faros… ¿no?), un temerario turno de cuatro semanas y juntos, combaten la constante tentación de dejarse arrastrar por la locura, en una remota, ominosa y deshabitada isla de Nueva Inglaterra.

Los enormes Robert Pattinson (cada vez más loco en sus últimos films) y Willem Dafoe encarnan a los protagonistas en un duelo actoral sin precedentes, en un juego diabólico de gritos, peleas, insultos y maldiciones que van virando de amo a esclavo, padre a hijo, maestro a alumnos hasta cerrar un círculo demencial donde lo edípico y la homosexualidad se dan de la mano.

“El faro” es el poder de un enorme pene erecto y la producción decidió sacar una escena comparativa entre el mismo y una erección de Pattinson en primer plano. Filmada en 35 mm., revalorizando métodos y cámaras de antaño, con una fotografía blanco y negro espléndido, de Jaun Blasahke, y filmada en un espacio reducido, salvo las salidas al exterior. El lugar es asfixiante, asqueroso y la lucha de los dos titanes para sobrevivir muestra un estado animal, con las peores bajezas y un clima corrompido al infinito.

El director, seguidor de Karl Jung, pensaba que el film no hacía más que reflejar la pelea de amor y odio entre Freud y Jung. Alrededor de esta película increíble en todos los rubros, giran mitos y leyendas ancestrales, en un lugar maldito, lleno de misterios y de amenazas. “The Lighthouse” se alzó con el Premio Fipresi, en Cannes et osez le voir…