Un grupo de amigos treintañeros sale de viaje en auto a través del país. En unas cabañas, uno de ellos tiene un extraño encuentro con un misterioso hombre, y la joven hija del administrador aparece asesinada. El grupo quedará atrapado en un pueblo hostil, bajo la influencia maligna de una antigua leyenda local. Por Bruno Calabrese.
De arranque vemos un sacrificio, una tribu aborigen mata un hombre y lo deja desangrar colgado cabeza abajo en un bosque. Por la vestimenta de la víctima podemos deducir que se trata de la época colonial. Inmediatamente volvemos a la actualidad, cuatro jóvenes viajan en un auto por la ruta hacia unas cabañas al borde de un lago. Al llegar al lugar, el dueño del complejo, los recibe y les entrega las llaves del hospedaje. Fernando (Ezequiel Díaz), conductor del auto, y a priori quien parece tener el liderazgo por sobre los demás, es quien se encargó de las reservas del inhóspito lugar. Al llegar la noche, y mientras todos descansan después del largo viaje, decide adentrarse en el bosque para conocer el lago. En el camino tiene un encuentro con un extraño hombre bañado en sangre, que lo empieza a perseguir. Ese será el comienzo de una pesadilla que implicará asesinatos, rituales ancestrales y extrañas personas.
Aprovechando la locación de las sierras tucumanas, “El Diablo Blanco” logra crear una atmósfera apropiada. Apoyado en el buen trabajo del cuarteto actoral (sobretodo de Ezequiel Díaz y el carisma de Violeta Urtizberea) logra generar buenos climas y tensión. La ambigüedad de Fernando, de quien dudamos si lo que vió es real o es quien mata a las personas hace que la película sea atrapante y nos mantenga expectante a su resolución. La leyenda ancestral funciona como gancho cuando se transpola desde la época colonial a la actualidad. La historia de venganza de la tribu originaria contra los españoles que los asesinaron en el proceso de colonización cobra el mismo efecto cuando los pueblerinos ven a los turistas porteños como sus invasores. No en vano el nombre del demonio como metáfora del invasor con su cultura invade y destruye lo tradicional del lugar, algo que los habitantes del pueblo tratarán de evitar.
La película juega con todos esas herramientas y logra que nos mantengamos atentos a cada suceso, dándole un tinte de seriedad fuera de lo común dentro del cine de terror tradicional. Pero todo eso que viene tan bien construido decae sobre el final. El cierre suena a forzado, con poca explicación de lo sucedido y todo lo que prometía nos deja con una extraña sensación.
Igualmente “El Diablo Blanco” entretiene, tiene buen suspenso y genera terror sin apelar a la violencia explícita ni a estruendos sonoros y apariciones repentinas. Todo es sugerente, generándonos confusión a cada rato. Una sensación muy dificil de lograr en el espectador y que pocos film del género lo logran. Para conseguir ese objetivo, en un promisorio debut como director, Ignacio Rogers toma riesgos y crea una película que atrapa hasta el final y no aburre en ningún momento.
PUNTAJE: 70/100.