Sinceramente, a esta altura de su vida, es raro que un director como Steven Spielberg no tenga la libertad de filmar los proyectos que quiera, y encima de todo, que le salga maravillosamente bien. Amor sin Barreras es la remake del largometraje musical de 1961 -compuesto por Stephen Sondheim y Leonard Bernstein para teatro en 1957- y se estrena este jueves 9 de diciembre en cines y está disponible en la plataforma Disney+ desde el 2 de marzo.
La obra es una readaptación de Romeo y Julieta de William Shakespeare, pero trasladado a la ciudad de Nueva York; la rivalidad deja de ser entre Montescos y Capuletos y se convierte en una lucha territorial de pandillas -los Jets y los Sharks-, uno estadounidense y el otro, inmigrantes latinos. Tony (Ansel Elgort) y María (Rachel Zegler) harán lo posible para que su amor rompa cualquier obstáculo que se les presente.
Mucho pasó durante los sesenta años que hubo entre películas, pero en estos últimos tiempos se agravó en Estados Unidos el menosprecio a las minorías por parte de un sector específico de la sociedad de ese país, por lo que la cinta llega a la pantalla grande con un timing perfecto, y el realizador adecuado.
Más allá de lo buena que es la original -dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins y catalogada como uno de los musicales más destacados de todos los tiempos-, Spielberg logra mejorarla dándole mucho más peso al argumento y un mayor desarrollo de los personajes, lo que logra una fluidez entre diálogos, canciones y coreografías que no tenía aquella versión. Hay un balance entre esos elementos que hace que las dos horas y media de duración sean llevaderas y atrapantes, sin importar lo conocida que sean la historia y la banda sonora.
Es cierto también que los progresos tecnológicos en 60 años permiten novedosas libertades como ángulos, luces, efectos y movimientos de cámara que hacen infalible a la visión del talentoso realizador. Asimismo, el uso de escenarios naturales logra una apertura e iluminación incomparable con la original.
Además de enmendar la elección de actores blancos en roles latinos como sucedió en aquel entonces, el elenco sabe estar a la altura del desafío, y a pesar de que el legado de Natalie Wood es muy complicado de seguir, la novata Rachel Zegler -elegida de entre 30 mil actrices- es la mejor opción como María y la química que tiene con el Tony de Ansel Elgort (Baby: el aprendiz del crimen, Bajo la misma estrella) es tan adorable, que la tragedia es más dolorosa cuando ocurre. Al fin y al cabo, es Romeo y Julieta.
Igualmente de la partida es la actriz puertorriqueña Rita Moreno -Anita en la versión de 1961- quien, a sus casi 90 años, no sólo es una de las productoras del largometraje, sino que tiene un rol bastante importante y muy emotivo. El mejor guiño a la original que podría tener.
La coreografía del ganador del Tony Justin Peck se inspira en la de Jerome Robbins y le agrega una ligereza que se mantiene durante todo el film. La orquestación dirigida por el Maestro venezolano Gustavo Dudamel con la Filarmónica de Nueva York le dan a la música esa importancia que merece una obra de semejantes características.
El compositor recientemente fallecido Stephen Sondheim es considerado por muchos el “Shakespeare del musical” y será recordado como uno de los mejores de todos los tiempos. Inconscientemente, Amor sin Barreras se convirtió en el mejor homenaje y la mejor despedida que se le podía dar, y todo gracias a un director como Steven Spielberg que sigue rompiendo las barreras de la narrativa.
Calificación
Dirección
Montaje
Arte y Fotografia
Música
Actuación
Spielberg logra no sólo mantener la vigencia de uno de los mejores musicales de todos los tiempos, sino que va más allá y la mejora. Se podría decir que es el musical del año