Aunque aún nos queda la intrépida Brigitte, ya se nos fueron Moreau y Belmondo y ahora, le tocó el turno a otro ícono del cine francés: Alain Delon, quien partió, a los 88 años, víctima de un linfoma, en su país natal, rodeado por sus tres hijos y su perro fiel.
Con una larga trayectoria internacional, extensa filmografía y diversos premios, sólo me voy a referir a aquellas películas en que amé sus trabajos. Ya hace tiempo que venía con problemas de salud y estaba cansado de vivir, incluso pidió a su familia la muerte asistida. Pero, en su época de esplendor, fines de los cincuenta, los sesenta y los setentas, este galanazo y buen actor, comenzó a brillar en la obra maestra de René Clemente: “A pleno sol”, que tendría otras versiones formidables y en la que se ve caminar, sin figurar en títulos y en pleno romance con el actor a la inolvidable Romy Schneider.
Había sido descubierto, trabajando como barman por un cazador de talentos y pronto llegaría al mundo viscontiano, quien los dirigió en las magníficas “Rocco y sus hermanos” y “El gatopardo”. Con la deliciosa Romy la rompieron en “La piscina”. Y luego vendría su gran colaboración con el maestro Jean Pierre Melville, quien aprovechó su subyugante laconismo en “El samurai” y “El círculo rojo”. Antonioni supo sacar lo mejor de su estilo introvertido en “El eclipse” y compuso un personaje atípico en “El gran amor de Swann”.
Estrella de la taquilla, estuvo en pareja con varias mujeres y fue adorado por mujeres y hombres (cuenta la leyenda que también Monzón no pudo resistir a sus encantos y participó de una ménege a trois cuando el francés estaba con Nathalie Delon). El cine mundial llora una pérdida irreparable. Bon voyage!