El viernes 17 de marzo se estrena en el Centro Cultural San Martín la ópera prima de Leonardo Cauteruccio, Entrecerros; un documental que explora la difícil decisión de elegir entre la vocación y consecuente desarraigo o la familia y las costumbres regionales. En la nota, el realizador nos atraviesa con su experiencia acerca del relato de dos historias de vida diferentes de la comunidad Diaguita Calchaquí de Amaicha del Valle, en la provincia de Tucumán.-Me encantó la decisión de mostrar en el documental qué pasa cuando nos tenemos que ir de nuestro lugar, nuestra tierra y migrar hacia otras latitudes y perder nuestra idiosincrasia…
-Sí y eso ligado a la vocación, porque la identidad está ligada al lugar de pertenencia, pero, por otro lado, está el deseo de lo que uno quiere hacer. Entonces, si eso no se puede dar en el lugar donde uno nació, qué se decide: uno se queda junto a la familia y sus costumbres o se va en búsqueda de ese deseo.
La identidad está ligada al lugar de pertenencia, pero, por otro lado, está el deseo de lo que uno quiere hacer”.
-Exactamente y ¿cómo llegaste a estas dos historias que presenta “Entrecerros”? Por un lado, la de un maestro que se recibe y no encuentra lugar dónde ejercer su profesión; por el otro lado, la de una joven que, de alguna manera, quiere dejar el rebaño y el trabajo rural y dedicarse a su vocación a Dios…
-Sí, y con respecto a las carreras docentes, a mí me pareció extraño que en Amaicha del Valle (provincia de Tucumán) no hubiera prioridad, como sucede en Buenos Aires, para que el maestro pueda ejercer en su propio territorio. Pareciera que es al revés.
-Claro, yo soy docente y en la provincia de Buenos Aires, el Consejo de Educación te da 10 puntos más por ser de la zona. Entonces, ¿cómo puede ser que deba salir a comprar puntaje para trabajar en su propio lugar?
-Sí, y más siendo de la comunidad indígena y pudiendo transmitir la sabiduría y el conocimiento adquirido. Qué mejor que ellos que nacieron y se quedaron en el lugar. Pero además, en las escuelas nos contaban que muchas veces los docentes funcionan como padres porque no cuentan con ellos, entonces qué mejor que sean del territorio. No digo que está mal que vengan a enseñar de otros lugares, pero tal vez esta gente luego se va, no se queda. Es una contradicción que me pareció interesante mostrar.
La otra historia es más protagonista aún. Tiene que ver con un deseo de ser monja. En este caso, creo que, por un lado, hay una vocación y por el otro lado, es jugar con ese aislamiento y estar conectado con otro aspecto de la vida, del mundo, que es diferente al nuestro, ya que estamos conectados con una metrópolis y hay otros ideales y opciones.
-Leo, ¿cómo te inspiraste en estas historias?
-La primera vez que conocí el noroeste argentino, allá por 2005, dije: “Acá tengo que hacer una película”. Yo estaba estudiando la carrera de Imagen y Diseño en la UBA y después otro de mis deseos era conocer qué era esto de una comunidad indígena, cómo funcionaba, qué era el concepto de cacique… Me pasó de trabajar en paralelo en tres películas con comunidades indígenas y en diferentes lugares entre 2016 y 2019, y particularmente, Amaicha me llamó la atención porque ellos son dueños de sus tierras y otorgan terrenos a los nativos mayores de 18 años de manera gratuita. Entonces, me pareció muy fuerte el contraste de que así y todo ellos querían irse del lugar.
-Me encantó. Contanos ¿dónde se puede ver el documental?
-Se estrena en el Centro Cultural San Martín el 17 de marzo a las 19 horas, y luego el sábado en el mismo horario. También durante los fines de semana de marzo y abril. Las redes sociales de Instagram son: @entrecerrosfilm y @viento_cine
Edición periodística: Andrea Reyes