Ryûsuke Hamaguchi llegó al público mundial a través de su anterior largometraje, “Drive my car”. Haciendo eco de dicho éxito, el director nipon presenta “El mal no existe”. La película realizó un paso por festivales, consagrándose con los galardones, Gran Premio del Jurado del Festival de Venecia y a Mejor película del BFI London Film Festival.
Además se hizo presente en la última edición del Festival Internacional de Mar del Plata. Llegará a las salas de cine el próximo jueves 8 de agosto.
La vida de Takumi y su hija es tranquila. Viven en un pequeño pueblo cercano de Tokio, rodeados por bosque y riachuelos de agua de manantial. Sin embargo, su vida se verá atravesada por la llegada de una empresa que quiere abrir un complejo de campamentos de alto nivel. Cuando los representantes de la empresa llegan al pueblo para esclarecer las dudas de los locales, queda en evidencia que el proyecto tendrá consecuencias permanentes en la vida de todos.
El director japonés mantiene su ritmo tranquilo, de planos estáticos y largos, de conversaciones extensas. Sin embargo, esto le funciona mejor cuando sucede en el pueblo a cuando transcurre en la ciudad. El ritmo de vida de los locales coincide mejor con el que propone el montaje. Algo en los bellos bosques cautiva más la mirada que los altos edificios de Tokio o el interior de un auto atravesando una autopista.
Además, pareciera homenajear a Win Wenders montando la cámara sobre autos y conseguir largos travellings. Con la interesante característica, de poner el punto de vista en la parte de atrás del automóvil. Viendo así lo que dejamos detrás, en lugar de lo que está por venir.
El mal no existe pero el capitalismo si, pareciera decirnos Ryûsuke con su fábula ecológica. La armonía de los locales con la naturaleza es inquebrantable. Como un Yin yang entre humanos, plantas y animales, que forma un ecosistema herméticamente cerrado. Lo cual se verá inevitablemente afectado con la llegada del centro de glamping (glamour+camping).
Entender que ninguno de los lugareños está dispuesto a cambiar nada de su local, perder el equilibrio, nos ayudará a comprender el final que Hamaguchi plantea. A pesar de haber sido colonos o no haber nacido allí, quienes viven en ese pueblo forman parte de la naturaleza del lugar.
Cuando plantean que el centro de glamping contamina el agua o que está ubicado en una zona habitada por alces, lo que realmente están diciendo es que están modificando su vida. Mismo la naturaleza siendo hostil con los agentes externos a ésta, los empresarios de Tokio. Por mucho que intentan adaptarse a esta, no consiguen más que ser lastimados o rechazados.
“El mal no existe” de Ryûsuke Hamaguchi, posee una construcción narrativa paulatina, lo cual genera que el final se sienta abrupto y precipitado. Este es el punto débil de la película, ya que no le podemos achacar un desarrollo lento cuando el director cimentó su carrera sobre este principio. Empero, cuando rompe este principio algo queda disonante. Haciendo que el espectador salga con el final rebotando por su mente. Quizás, no como una cualidad positiva.
Calificación.
Dirección
Montaje
Arte y Fotografia
Música
Actuación
“El mal no existe” de Ryûsuke Hamaguchi, posee una construcción narrativa paulatina, lo cual genera que el final se sienta abrupto y precipitado. Este es el punto débil de la película, ya que no le podemos achacar un desarrollo lento cuando el director cimentó su carrera sobre este principio. Empero, cuando rompe este principio algo queda disonante. Haciendo que el espectador salga con el final rebotando por su mente. Quizás, no como una cualidad positiva.