“The exit of the trains” de Radu Jude y Adrian Cioflâncă resulta demoledor. Su duración, de casi tres horas, construye un eco que retumba y se acentúa con más fuerzas a medida que transcurren las imágenes y las palabras. Este trabajo forma parte de la competencia Estados Alterados del 35° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Es un documental que muestra cómo toda memoria individual forma parte de una memoria compartida y cómo los detalles de una tragedia permiten conocer el reverso de las historias humanas. “La salida de los trenes”, nombre de la cinta en español, bien podría articular una sola voz: la de una memoria, que sigue viva para contar su verdad. Por lo que el film adquiere un valor excepcional, dándole voz a quienes hacen de la palabra un elemento de sanación.
La película está dividida en dos partes: la primera recupera las historias particulares y se titula “Declaraciones y testimonios” mientras que la segunda lleva por título “Imágenes”. El juego que se establece entre ambas secciones resulta importante para comprender la crueldad de los acontecimientos. Mientras que en la primera lo que prima es lo auditivo; en la segunda, adquiere preponderancia lo visual. En ambos casos, la brutalidad de lo acontecido en ocasiones impide mirar y decir el dolor.
En “Declaraciones y testimonios”, las narraciones pertenecen a quienes vivieron en primera persona el horror, o bien, a los pocos sobrevivientes. Las voces de los y las informantes resultan fundamentales para comprender el hecho. Es por ello que, como si fuera un mosaico polifónico, la historia se construye con cada evocación. Se trata de la masacre perpetrada contra miles de judíos en el pogromo de Iasi, iniciado a fines de junio de 1941. No hay relato que no lo mencione: un tren parte de la estación con personas cuyo destino final es, de una u otra forma, la muerte.
A medida que los retratos -en imágenes y palabras- se suceden, las historias y la Historia se ensombrecen. La mecánica narrativa es imponente y, por lo general, muestra una estructura común, presentando una fisionomía argumental muy parecida de los relatos entre sí: arremeten en la propiedad, golpean a los integrantes de la familia, se los llevan a la policía, las mujeres y los niños quedan en libertad, pero los hombres nunca regresan a sus hogares. Así se separan las familias; así se asume la muerte de los seres queridos.
Por su parte, en “Imágenes”, el silencio se apodera del documental, de modo que las fotografías hablan por sí solas. Fotografías en blanco y negro, algunas en sepia, hacen un retrato del dolor. Son instantáneas donde el espanto asoma en un primer plano mientras la cotidianeidad revela la fragilidad de las víctimas. También hay espacios urbanos y manos alzadas, y uniformados golpeando esos cuerpos que ya no se defienden. O escenas donde yacen los cadáveres apilados con los vagones de fondo. No hay sonido para decir el horror, entonces, el silencio se vuelve grito y emerge de estas fotografías siempre dolorosas y enmudecidas.
En suma, se trata de un documental hecho con fotografías, voces y relatos. Con los golpes de un garrote que nunca se detiene y con una bestia rabiosa que merodea, todo el tiempo, sin cesar, a su presa. En este trabajo, todas las formas de la memoria hablan de la violencia, de la humanidad indefensa y de la vulnerabilidad frente al poder en manos del odio. Son detalles que descubren el lado más oscuro, pero no por eso menos humano, de nuestra condición.
Actuación
Arte y Fotografía
Guion
Música
El documental muestra -con voces, fotografías y silencios- cómo toda memoria individual se construye y se resignifica en la memoria colectiva. Un trabajo terriblemente conmovedor.