En un mano a mano con el humorista, escritor, guionista y actor, Roberto Moldavsky, indagamos sobre el rodaje de la película “Ex Casados”, que terminó recientemente de filmarse, y nos metimos en el mundo de aquel hombre que a los 50 años decidió apostar a su pasión artística y comprobó que la vida siempre puede sorprenderte, dejándonos la enseñanza que nunca es tarde para hacer lo que a uno le gusta. Lo importante es no dejar de hacer. Por Andrea Reyes
-Finalizó el rodaje de “Ex Casados”, tu debut cinematográfico…
-Estoy muy feliz. Tenía mucha expectativa y temor a la vez, pero bueno, Sabrina (Farji) es una directora de actores, y Jorgelina (Aruzzi) me ayudó un montón. También Campi, Michel Noher, Liz Solari… me voy a olvidar de algún nombre seguro, pero todos me dieron un apoyo muy grande. Me contuvieron, cuidaron y ayudaron. La verdad que me sentí muy cómodo haciendo la película.
-¿Qué pensaste cuando te llegó la propuesta para hacer la película?
-(Risas) Le dije a Sabrina que yo no era actor, que me dé un papelito de algún mozo que nunca falta. Esa gente que aparece y dice: “La mesa está servida”. Ya con eso me iba a sentir cómodo, pero Sabrina me dijo: “No, este guion está escrito para vos. Nosotros terminamos de escribirlo y dijimos, esto es para él”. Ella vino a verme al teatro, lo charlé con Gustavo Yankelevich y dijimos “bueno, vamos para adelante”.
-¿Podríamos decir que Gustavo Yankelevich es una suerte de padrino profesional?
-A mí el que me descubre realmente es Jorge Schussheim, quien lamentablemente falleció este año. Yo siempre uso la metáfora de la máquina de juegos en la cual el gancho baja y trata de agarrar un muñequito; ese es Jorge Schussheim, el que me saca del Once por decirlo de alguna manera. Después me voy cruzando con Fernando Bravo, con Gerardo Rozín. Gustavo es el que le da un sentido profesional a mi carrera, la convierte en una profesión y no en una suma de situaciones artísticas. La verdad yo consulto todo con él, pero no por un tema de aprobación, sino porque me sirve mucho hablar con él. Entonces, cuando vino el guion de la película al primero que se lo mandé fue a Gustavo.
-¿Y qué te dijo?
-Me dijo “me gusta”. Estábamos con ganas de hacer un saltito hacia otro lado, que no sea teatro, tele, radio, y justo estábamos hablando de cine cuando vino este proyecto.
-¿Te gustó hacer cine? ¿Volverías a filmar una película?
-Si totalmente, es más me da miedo que después haga otro proyecto y por ahí el grupo no sea tan copado. Hay un chiste de una persona que se muere y va al infierno y hay una fiesta total; lo reviven y dice “lo que me perdí”; a los dos meses se muere, vuelve al infierno pero está todo mal y dice: “Pero yo vine antes y era otra cosa…”. Entonces a mí lo que me da miedo es que la pasé tan bien, que tengo el temor que después vaya a otro proyecto y sea otra cosa. Acá fue genial. Nos reímos mucho. Jorgelina (Aruzzi) es un avión, es lo que se ve en la pantalla. Yo soy parecido a ella, me gusta mucho reírme, entonces la pasamos genial.
-Hubo buena química…
-Muy buena química. Ojalá la gente se enganche con la pareja, porque me encantaría laburar de vuelta con Jorgelina.
-La película comenzó a filmarse en marzo pero finalizó en diciembre por el tema de la pandemia. ¿Cómo fue volver al rodaje?
-Es una locura. Empezar algo en marzo para terminarlo en diciembre; es muy loco lo que nos pasó. Por supuesto que hubiera deseado que nada de la pandemia sucediera, pero te digo que volvimos con tantas ganas, con tanto ímpetu, que lo que había percibido en la primer semana que llegamos a filmar, se multiplicó por mucho. Teníamos tantas ganas de volver a encontrarnos, que a mí me parece que le hizo bien a la película. Obvio que nadie quería suspender, pero supimos potenciar ese alejamiento y ese deseo que teníamos de volver a encontrarnos y metérselo a la peli.
-Una de las locaciones en las que estuvieron fue la provincia de La Rioja…
-La última semana estuvimos en La Rioja. Fue complicada toda la movida, pero se pudo hacer. Le va a dar una fotografía soñada a la película. Antes de eso tuvimos que grabar en Ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires muchas escenas.
-La película trata temas candentes como el machismo y el feminismo, y en una nota vos decías que tu familia era machista. ¿Cómo vivís hoy este cambio?
-No tengo ninguna cuenta pendiente con mis viejos por esto, pero era la manera en que se educaba. Tengo dos hermanas que se las protegía mucho mientras que yo tenía una libertad que ellas no tenían. Yo podía traer a alguien a mi casa, pero los novios de mis hermanas no se podían quedar. Era la educación de esa época, como el humor también era distinto. Lo que pasa es que lo que hay que hacer es acompañar el cambio que se está dando, no hay que volverse loco. Yo lo he dicho mil veces, soy fanático de Olmedo que era una de los menos jodidos de esa época. Fui educado habiendo pasado mi adolescencia con la Dictadura Militar, y más peor que eso, no puede pasar. Yo vengo de ahí, y esta película me permite poder hablar de ese tema, replantear cómo podemos intentar que las cosas cambien.
-Y volviendo a tus inicios, si te reencontraras con aquel comerciante de Once que fuiste, ¿Qué le dirías?
-No te preocupes por ese cheque rechazado (risas). No te preocupes por esa campera de mangas cortas, porque vas a estar en otro lado en unos años… Me hubiera encantado decirle a ese tipo eso. Lo que pasa que a mí las cosas se me dieron de manera fortuita, yo no estaba en busca de esto. Incluso cuando empecé a hacer Stand up lo hacía como un cable a tierra. Tenía un show y seguía teniendo el negocio, porque lo interpretaba como un hobby. Entonces cuando me viene a buscar Gustavo, yo hacía dos shows por mes y agotaba las entradas, y pasé a ser cinco por semana en la calle Corrientes. En aquel momento yo dudo porque estaba bien con lo que tenía, no estaba en la búsqueda, al contrario, me parecía que tocaba el cielo con las manos con lo que ya tenía.
Yo siempre digo que soy un ejemplo que parece de película yanqui: el tipo de 50 años que le cambió la vida… Yo lo que le digo a la gente es: “Tenés una vocación de este tipo, hacela. No importa si se te cruza Yankelevich o lo terminas haciendo en el cumpleaños de tu hijo. Hacela, llevala a cabo”. Mi caso no es un chamullo, un invento, se puede comprobar, yo estaba en el Once y me fui.
Lo importante y parece que cuesta tanto, es decidirnos de grande. Parece que la gente de más de 50 ya no puede cambiar su vida. Te encontrás todo el tiempo con gente que dice: “A mí me gusta escribir; yo tocaba el piano… pero bueno”.
-Hay cierto prejuicio con el tema de la edad…
-Claro porque los cambios son para los jóvenes. Y sin embargo, a los 50 años es una edad que falta mucho por vivir todavía. A mí lo que me movía era solamente hacer reír un poco, yo no pensé que iba a vivir de esto.
-Pero la vida te sorprendió…
-Sí, por eso lo digo, porque no estoy hablando de otra persona, sino de lo que me pasó a mí, y porque creo que el hecho de hacerlo ya te pone bien. Si después se dan las cosas es mejor, pero cuando hacía shows en Boris Club para 100 personas, el nivel de felicidad que tenía en el escenario era el mismo que ahora. A lo que voy es que hay que intentar, por lo menos, llevar adelante la vocación.