Sin ningún atisbo de vergüenza de mi parte, confieso que me he enamorado de Olivia Colman. Me lo confirmó la reciente producción de HBO llamada “Landscapers”, que la tiene a ella Susan y al notable David Thewlis como Christopher. Afrontan un caso criminal en el que son culpados por el asesinato de los padres de ella.
¿Porqué habré tardado tanto en poder decírmelo y hacerlo público? Tengo la impresión que así como no la pude seguir a Olivia en su última película “The Lost Daughter”, (me resultó un personaje cargado de efectos de esos que están para capturar a los espectadores sensibles a las desapariciones y apariciones de los muertos), fue instantáneamente verla bajo las luces de esta mujer “frágil” y multifacética que confesé mi crimen.
No voy a hacer una crítica de la serie, ya que es sorprendentemente buena, innovadora, arriesgada en su producción, impecablemente realizada. El crimen que ellos confiesan pero que al mismo tiempo oculta una verdad que es imposible (según ellos) de poder decirse en sus detalles y consecuencias, hacen de Olivia, una figura icónica de la pantalla.
Ella tiene varios rostros debido a los flashbacks necesarios para sostener el relato. Sus cambios de humor, sus sonrisa que estalla de pronto con candidez y pretendida inocencia, de pronto puede convertirse en una anciana acorralada por el desamparo al encontrarse separada por la celda de su amado marido. Mantiene una admiración fuerte e irracional con Gary Cooper y otros actores y actrices de los años dorados de Hollywood. Colecciona afiches, fotos y recuerdos como una aficionada. Además, está Gerard Depardieu que forma parte de la historia, un inesperado mecenas que se les cruzó por el camino pero que está lleno de sorpresas.
Pero lo que me terminó convenciendo de que estaba deslumbrado por esta mujer es que logra hacerme creer que, aunque la vi en otras oportunidades haciendo papeles poderosos por su valor de iconos culturales (la Reina Isabel en la reciente “The Crown”, o Margaret Tatcher), logra desalojar a la reina para alojar a una humilde súbdita víctima y victimaria de su propios madre y padre.
Recuerdo cuando le fue entregado el premio Oscar por su actuación como la Reina Anna en “La favorita” y que su alocución frente al auditorio estuvo cargado de nerviosismo y espontaneidad. Vestida con ese espantoso vestido que parecía una caja con moño, pero que no le impidió recordar cuando trabajaba limpiando casas veinticinco o más años atrás.
Podría escribir acerca de la inocencia y la culpa, de los diversos delitos que anidan en el crimen, de la fragilidad de Christopher que lo hace claudicar ante su propia madre política, de la película dentro de la película. Ellos son los paisajistas (landscapers). Pero lo reservo para cuando ella no esté presente. Hoy… ocupa demasiado mi pantalla.
M.B.