Marta, Malena y Carolina son las estrellas principales en un documental ideal para quienes utilizan las herramientas artísticas como herramientas de inclusión. Por Bruno Calabrese.
Marta tiene 75 años y hace 14 que vive en la calle. Viajó por toda Latinoamérica como bailarina de cabaret y fue una de las pioneras del striptease en Buenos Aires. A partir de una fuerte crisis emocional que derivó en una internación, se desvinculó de familiares y trabajo quedando así en los márgenes de la sociedad. Pero gracias a su capacidad de lucha y ganas de vivir inventa una nueva tarea que desemboca en la formación de una nueva familia: el “Marta Show”.
Muchas de las personas que viven en situación de calle sufren trastornos mentales o problemas psicológicos. En la zona de Congreso, vive Marta Bruneta, con su look estrafalario se pasea con su chango y su palmera (si, una palmera) por las calles porteñas. Recogiendo hojas a las que considera hijas de los árboles que han sido abandonadas. Le da de comer a las palomas, les pone ibuprofeno en el agua para que no se enfermen. Todas esas rutinas diarias pueden considerarse anormales para el resto de la sociedad, pero forman parte de la dinámica de Marta.
Varias historias se tejen alrededor de Marta, algunas narradas por ella en forma de caleidoscopio, donde uno puede dudar si son ciertas. Pero eso no es lo importante, y tanto Bruno López como Malena Moffatt, directores de la película lo entienden y juntan lo filmado a lo largo de 4 años para entregarnos un documental donde hacen foco en la mirada de los otros (en este caso vecinos y transeuntes) a las personas que no entran dentro de sus canones de normalidad y como el arte funciona como herramienta de transformación para quienes se sienten fuera del “sistema”.
Malena Moffatt vive en el barrio y sintió curiosidad al ver como Martha pasaba sus días. Malena coordinó talleres de arte en psiquiátricos y se dedica a las artes plásticas. Comenzó observando a Marta hacer sus shows sin público, hasta que un día la mujer la invitó a participar de su espectáculo. Luego se sumó su amiga, Carolina. Juntas consiguieron un equipo de música, elementos de vestuario y utilería para Marta, quien las nombró “artistas estables del show”.
Pero no todo es baile en la vida de Martha. También hay una realidad dura detrás de ella, vivir en la calle no es fácil y se tuvo que hacer fuerte. Sabe como relacionarse con la policía (En una escena veremos como Malena se angustia por un malentendido mientras Martha hace gala de su verborragia para manejar la situación de manera envidiable). Esa mirada de los otros como ser irracional le sirve como escudo ante los inconvenientes que se puedan suscitar. De la misma manera que pueden sonar irracional sus teorías conspirativas sobre cerebros electrónicos que nos manejan los deseos o nos dicen que pensar (no suena tan ilógico en época de redes sociales, smartphones y big data)
La película nos traslada al mundo fuera de lo normal de Martha y nos permite disfrutar de la locura hermosa pero triste a la vez. Pero también nos muestra el valor de Malena y Carolina, que rompen el molde y funcionan como nexo entre Marta y el resto de la gente, alojándola, entendiendo esa dinámica que la hace feliz. Por eso el show de los sábados cada vez se hace más numeroso y muchas personas de la calle, a pesar de la dura realidad que les toca vivir, encuentran ahí su lugar de pertenencia. Dándole otro sentido a sus vidas, aunque sea por un rato.
Puntaje: 80/100.
Hoy hablé con Marta por primera vez, otras veces la había saludado simplemente, pero no había entablado un dialogo hasta hoy.
Me dijo que hacía 30 años que estaba en la calle “viviendo”, en la cuadra dónde está la sede de las madre de Plaza de Mayo. Le pregunté si por intermedio de las madres la habían ayudado a tramitar un subsidio habitacional y me dijo que no, que ella no hablaba con las madre porque a ellas no les gustaba hablar con la gente, pero que a ella le gustaba estar donde está porque ella se encargaba de cuidar las plantas y los animales me dijo. Dijo que tenía 3 hijos, un hombre que está en Perú y dos hijas, le pregunté si tenía contacto con ellos y me respondió que no quería hablar sobre eso. Dijo que no quería vivir en una habitación, que quería su propia casa y que parece ella ahorraba porque no tolera la convivencia con la gente. Me dijo que una vez en la plaza Congreso le habían pegado con un bastón pero que ella lo podía neutralizar con una pastilla, eso fue lo único que me hizo pensar que estaba mal psíquicamente. Me contó del documental que le hicieron y que lo pasaron en el Gaumont. Me sorprendió, pero le crei. Me pareció una persona muy agradable. Lamento que tenga que vesrsr en esas circunstancias, pero también pienso que tal vez tiene más paz y es más feliz que mucha gente que conozco..