El documental del escritor, cineasta y dramaturgo Edgardo Cozarinsky, envuelve al espectador en un clima teñido de brumas estéticas y románticas.
Como un gato arqueado sobre el piano, las manos de la artista Margarita Fernández recorren las teclas. Ella interpreta suavemente el Intermezzo Op. 117, n°3, del alemán Johannes Brahms, obra inspirada en su amada Clara Schumann. Médium, que se presentó en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y se estrenó el 3 de diciembre en Cine.Ar., es una interrogación sobre el tiempo a partir del lirismo y del juego con las luces y las sombras.
La película, basada en fragmentos creativos y personales de Margarita Fernández, liga la amistad y los encuentros. El filme refleja su dedicación a la música clásica, a la teoría, a la enseñanza y al hallazgo de una zona de intersección con el hecho teatral, desde su experiencia vanguardista a comienzos de los 70 en el Grupo de Acción Instrumental, junto a Jorge Zulueta y Jacobo Romano.
La artista reposa bajo la sombra de un inmenso ombú. Las raíces del árbol abrigan a esta mujer que pasó los noventa años. Su joven alumno llega y entablan un diálogo apasionado sobre la labor de ambos. En otra escena, está sentada al piano, de espaldas a la cámara. La luz cenital hace brillar sus dedos. Estas imágenes confieren una idea de tiempo sin inicio ni fin, que se reinventa en cada acción poética de la protagonista.
La velocidad del tren atraviesa los bosques. Edgardo Cozarinky se dirige a la casa veraniega de Brahms, en Baden-Baden, en la Selva Negra alemana. Los árboles de hojas perennes son grises, azulados, verdes, según la claridad los va envolviendo. El crujir de los pisos de madera le trae a la memoria el nacimiento de su vieja amistad. Allí, en mayo de 1974, había conocido a la entrañable Margarita.
Las fotos en blanco y negro de la obra La Pieza de Franz, estrenada el 28 de junio de 1973, en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, desfilan bajo las luces del documental. El propósito de la pianista y de su Grupo era alterar los límites de lo estrictamente musical y buscar la cercanía con lo actoral. La Sonata en si menor de Liszt fue el punto de partida para ese rapto de vanguardia artística.
El sonido de la lluvia en Baden-Baden. La residencia de Brahms, las epístolas y los recuerdos de un amor romántico no correspondido. Los destellos de colores se reflejan en la oscuridad de un estanque. Los dedos de Edgardo recorren las líneas de una hermosa carta de Margarita. “Tu obra fílmica es mi nuevo y otro nacimiento”, vaticina la pianista. Solamente el arte puede jugar con esas fronteras temporales.
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Médium, que se presentó en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y se estrenó el 3 de diciembre en Cine.Ar., es una interrogación sobre el tiempo a partir del lirismo y del juego con las luces y las sombras.