“Liborio” de Nino Martínez Sosa. Critica.

A finales de mes, se estrenara en MUBI.

“Liborio” (Nino Martinez Sosa, 2021) está basada en la historia de Olivorio Mateo Ledesma, Papá Liborio, un personaje que se convirtió en un símbolo de libertad para la República Dominicana durante la ocupación norteamericana. Tiene la particularidad de recrear una historia mítica (la vida y pasión de Jesús) encarnada en el misticismo semi pagano que se practicaba en las comunidades agrarias de ese país.

El director manifestó en alguna entrevista haber quedado profundamente impactado por la historia de este hombre llamado Liborio y su insurgencia, que fue ahogada por las fuerzas del Estado. Hace su debut cinematográfico con un film muy apasionado y con una producción cuidada y austera.

El huracán que al inicio mismo del film hace desaparecer a Liborio de su poblado, nos adelanta una figura metafórica. Las fuerzas incontenibles de un viento que no proviene solamente de la naturaleza sino que también del arrasamiento humano, violento, al que serán sometidos aquellos que viven en y del campo. Una vez que la ciudad, es decir la polis de la política, se entera de la “vuelta de Liborio” y de la función de líder que está cumpliendo en su comunidad (lo único que pretende es ser autónoma de las costumbres y hábitos de la ciudad), se pone en movimiento el acoso. Porque finalmente, su ciudad, es la tierra.

Una gran parte del film navega en la descripción de los poderes sugestivos que tiene Liborio para curar o para salvar a los que parecen agonizantes. Es partero, curandero, inventor, un magnético líder que mueve a la población. Ha ocupado un espacio vacío de poder a través de la mediación de la figura de Cristo. “Desalojar el mal para que venga el bien”, es el lema de su misión, gritado hasta la desesperación, que tiene la hegemónica fuerza de un sentido final, clausurado sobre sí mismo. A esto lo llamamos ‘religiosidad’. Esta frase, luego será más o menos enunciada por las fuerzas del orden nacional, que tienen también su misión: “desalojar a lo primitivo para que venga el Progreso”. Mal-Bien es un binomio que se sostiene casi solo, encarnado por dos figuras heráldicas: Satanás – Dios.

Encerrado en un argumento acentuadamente cristiano y de recreación de la vida, pasión y muerte de Cristo. A partir del momento en que el territorio de los campesinos pase a ser invadido por las tropas estatales dirigidas por el ejército norteamericano, es que se revela una dimensión llamada “economía”. Entendemos que esa palabra proviene del griego “Oikonomía” que significa “organización de la casa”, al contrario de la política, que se centra en la ciudad (polis). Todo esto para decir que la economía es una organización funcional, de gestión, vinculada al orden dentro de la casa. Se sabe que en la época cristiana, la economía se traspuso al ámbito teológico, pasando a ser un “plan divino de salvación”. ¿No aparece siempre alguna institución que está “iluminada” para salvar la economía de los pueblos?

Esto es también lo que nos ayuda a entender la injerencia norteamericana. El oficial gringo es muy claro y textual al respecto: necesitamos que haya Orden y para eso deben de requisar las armas y abandonar las tierras. La casa de Liborio y su comunidad quedan así absorbidas, fagocitadas, despojados por los intereses de la potencia del dinero y la acumulación de ganancias en manos de los dueños de las tierras, o sea, del país. A eso los militares llaman “paz”.

Por más que Liborio intente un último recurso, más allá de la resistencia civil, enseñarle a Plinio (El Niño del futuro) que ellos se disolverán en la sociedad de los poderosos como el azúcar en el agua. Finalmente el poder hegemónico del imperio y sus pequeños socios dominados (voluntariamente), crearán un mártir con el cuerpo muerto, ahora sí, de Liborio, al modo de una actualización de la pasión de Cristo. (Tengo entendido que hay comunidades “liborias” que aún intentan mantener su modo de vida a partir de la experiencia de Liborio a comienzos del siglo XX.)

El cristianismo ha proporcionado como ideología, la autorización para que, hablando en nombre divino, se cometan las atrocidades sociales más sangrientas de la historia. Una de ellas, la colonización con la cruz y la espada de la Nueva América por parte de los conquistadores europeos, apoyados por las bulas papales.

Nada muy distinto de lo que sucedió dentro de los Estados Unidos en el siglo XIX con la expulsión y reducción de las poblaciones nativas que estaban asentadas previas a la llegada de los colonizadores. Expropiación y sometimiento, extorsión y avasallamiento de las tradiciones fundamentales allí donde hay raíces humanas que se enlazan con la tierra, que a fin de cuentas, es lo único que dispone el campesino. La alegría de vivir está atada a la tierra. ¡Significativa diferencia frente a la relación del obrero con la fábrica!

Subrayamos el sostenido y compenetrado personaje que estelariza Vicente Santos (Liborio), acompañado de varios otros protagonistas que logran mantener una altura interpretativa muy equilibrada y sin sobreactuaciones. La atmósfera de semi selva y de espacio agrario que se mantiene de manera simple y sencillo, ocupa el total del film, con el fin de fundamentar el profundo amor por la tierra que transmiten sus pobladores. Cine que transpira polémica y tensiones a la hora de discutir el éxito y el fracaso de la cristiandad.

M.B.

Critica por: Mario Betteo.
Edición: Francisco Mendes Moas.

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