La conferencia es un film con formato de documental de observación, que no tiene nombres estelares de actores sino que el verdadero protagonista de esta producción de Matti Geschonneck son los discursos que exponen el horror de la burocracia nazi al discutir sobre lo que entendían “la solución final” al “problema judío”. Este es punto de partida con que este artículo intenta profundizar en algunos aspectos del lenguaje utilizado para concretar lo que desde la perspectiva del psicoanálisis crítico, se define como “una operación de la industrialización de la muerte”. Edición periodística: Andrea Reyes
Se han filmado decenas de decenas de películas que tratan acerca de la política que tuvo el Tercer Reich para exterminar a millones de ciudadanos de Europa, antes y durante la segunda guerra mundial. Pero este film, una suerte de documental con actores, se distingue nítidamente de otros intentos, porque transcribe de una manera exclusivamente narrada y casi taquigráfica, aquella reunión que en 1942 realizaron jerarcas del gobierno de Hitler, a orillas del lago Wansee. La finalidad de esa reunión fue la de discutir -entre ellos- el modo de realizar lo que llamaban “la solución final” al problema judío.
La palabra “solución” y “problema” ya resulta todo un problema. ¿Cuál era el “problema” que los nazis querían solucionar? En pocas palabras, se trataba de exterminar de una buena vez, la presencia de los judíos, de los enfermos terminales, de los locos, de los homosexuales y de los gitanos que les resultaba un “cuerpo extraño, ajeno al cuerpo nacional alemán”. Los judíos habían sido identificados como una enfermedad de la civilización, ya que según los nazis pretendían apoderarse de la riqueza y contaminar con ideas comunistas al territorio europeo. Cuando a los alemanes les resultó impracticable hacer emigrar a esas comunidades, decidieron proceder a ofrecerles un “tratamiento especial”, eufemismo que sustituye al de “asesinatos en masas”. El tiempo de la guerra y de la lucha racial en esos momentos, conformaban una sola unidad. La guerra era la oportunidad de crear nuevas realidades económicas y sociales.
Este film, sin ambiciones de hacer lucir a los actores sino exponer un discurso, una forma de hablar, de referir, de tratar a algo así como el destino de once millones de personas, resulta un esfuerzo muy importante para hacer legible lo que tiene la apariencia de ser una locura, una monstruosidad, o una aberración humana.
Al respecto, nos detendremos en algunos aspectos de este lenguaje, ya que resulta indispensable para situar la fuerza causal de semejante política poblacional. Cuando todos esos jerarcas de la SS y del gobierno hablan, lo hacen usando un lenguaje que llamaremos el “lenguaje de la burocracia”, “el de la salud pública” o incluso “el de la selección de personal”.Este último punto es sumamente importante de analizar. La falta de emociones, la frialdad de los argumentos, la lógica de los enunciados, hablan de que no se jugaba nada de lo personal en esas decisiones asesinas. Justamente, porque no hubo el sentimiento de odio, es que pudieron asesinar a seis millones de personas que no eran justamente parte de ningún ejército enemigo. El odio, es una de las pasiones que se enlazan con el amor, imbricados, lo cual los hace no opuestos entre sí sino complementarios. Forman parte de las pasiones del ser.
Si escuchamos atentamente el film, advertiremos que un fundamental operativo ya había sido producido: el de quitarle a los judíos y a los demás enemigos, su estatuto de humanos. Una vez que eso fue logrado a nivel del discurso, es que se abrieron las compuertas de la “solución final” al problema sanitario, el de vivir con “una plaga”, con una suerte de insectos (Kafka con su relato “la metamorfosis” adelantó cierto imaginario al respecto), “de parásitos”, “como un moho”, “de lo patógeno”. Habían despersonalizado a un sector de la población que tenía una marca de identidad propia, convirtiendo a hombres, mujeres y niños, en “algo”… en lugar de “alguien”. No se trata de una tragedia al estilo de las obras de teatro de los griegos ni el paradigma de las de Shakespeare, gobernadas por las pasiones.
Dicho en otras palabras, se habían creado las condiciones para realizar una operación de industrialización de la muerte, donde los nazis se referían a ese “problema” como si se tratara de cómo optimizar el rendimiento de una fábrica, o cómo realizar la selección de los aptos para el trabajo, de la planificación para la optimización de gastos. No llama la atención que a estos representantes del Reich, en nombre de Hitler que era su comandante, les preocupaba ese tipo de discusiones. No los desvelaba el sufrimiento de sus víctimas, sino cómo hacer más humano el exterminio, cómo sobrellevar la carga moral de los perpetradores; es decir, de cuidar la salud mental de los asesinos. “Somos médicos al servicio del estado”, dice uno de ellos. Las cucarachas en una cocina, se matan no por odio hacia ellas, sino por necesidades higiénicas.
Para concluir, hay que destacar que este panorama, estas deliberaciones y acciones que se tomaron en esos años, responden a una escalada de poder sobre la vida. Hay que destacar que esas decisiones no fueron aisladas, comodín capricho individual, sino que conformaron intervenciones y controles que se ha dado llamar “bio-política de la población”. Este bio-poder fue indispensable en el desarrollo del capitalismo, técnicas de poder presentes a partir del siglo XVIII donde se advierte cómo lo biológico se comenzó a reflejar en lo político. Debido a eso es que el documental puede plantearse casi como una reunión de “ejecutivos” que discutieron conductas para proteger la pureza de la sangre y llevar a la raza aria al triunfo. La guerra ya no se hace en nombre de un soberano que hay que defender, sino en nombre de poblaciones que quieren imponer su hegemonía, tomando el control de la vida a partir de la muerte.
¿No llama la atención que en las casi dos horas de diálogos, la palabra más utilizada -luego de la de “judío”- sea la de “protocolo”? Inquietante constatación que nos lleva a la necesidad de reconsiderar políticas y campañas del siglo XXI. Una amenaza que no cesa.