En la injusta espera . Crítica de “Vicenta”

“¿Cuánto dura un abuso?”, dice Liliana Herrero ahora encarnando el pensamiento de Vicenta Avendaño la protagonista del documental que desenmascara la arbitrariedad, ilegalidad y atropello a los derechos humanos, por parte del Estado argentino en el protocolo de abortos no punibles. Por. Florencia Fico.

El argumento del documental se centra en la figura de Vicenta una empleada doméstica. Ella vive con Laura su hija de 19 años que tiene un retraso madurativo. Al momento de encontrarse con un médico descubre que Laura está embarazada; fruto de un abuso sexual intrafamiliar. La legislación es contundente: ante estos casos su hija puede abortar. Aunque, las estructuras institucionales se empeñen en obstaculizar el proceso correspondiente.

El realizador Darío Doria se basa en un acontecimiento verídico sucedido en 2006. Para contar la historia dramática, sin embargo optimista,  por la batalla que debió atravesar Vicenta. Y lo describe con muñecos de plastilina; en dioramas de pequeña proporción. Doria conduce unos desplazamientos de cámara; a la par del relato de la voz en off de Liliana Herrero. Ambos elementos narrativos proporcionan una entonación propicia, la carga emotiva y enlazada con los pensamientos y sentimientos de Vicenta. Lo que resulta recrear a Vicenta en un filme tan convocante como encantador.

El caso L. M. R. de Vicenta Avedaño toma importancia por la denuncia de violación que imputa a un tío de la joven Laura; quien posee discapacidad mental y queda embarazada fruto del abuso sexual.

A su vez le corresponde que se le aplique la ley expresa en el artículo 86 inciso 2 del Código Penal: “El aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta, no es punible: 1º) Si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios; 2º) Si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de su representante legal deberá ser requerido para el aborto”.

Ante el pedido de la interrupción del embarazo en el Hospital San Martín de La Plata una jueza de menores se interpuso e impidió la práctica. Porque según su mirada no está definido el nivel de discapacidad que tiene Laura, ni el abuso. Lo mismo sucede en la clínica donde los directores de ginecología quienes también alargan los procesos con análisis, ecografías, rutinas médicas y consejos de bioética. Otras voces en contra del aborto fueron la iglesia y diversos funcionarios públicos.

El caso llega a todos los tramos hasta la Corte Suprema bonaerense que respaldó la petición y afirmó que no requería autorización judicial; ya que era un aborto no punible. Sin embargo, no alcanzaron la aprobación en el máximo tribunal provincial para que se lo hiciera en un hospital público. Pero una red de mujeres colaboró con Vicenta y concluyó la práctica en una clínica privada; estaba en una gestación de 20 semanas.

Por último, se hizo presente el Comité de Derechos Humanos de la ONU quienes calificaron la judicialización en una “una injerencia arbitraria” por parte del Estado. También manifestó las consecuencias por la impericia como: “Un sufrimiento físico y moral contrario al artículo 7 del Pacto, tanto más grave cuanto que se trataba de una joven con discapacidad mental”. Señaló que: “Nadie será sometido a torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes” y le ordenó al Estado argentino a darle: “medidas de reparación que incluyan una indemnización adecuada” y a “tomar medidas para evitar que se cometan violaciones similares en el futuro”.

Vicenta tenía escasos estudios, contaba con 150 pesos del Plan de Jefes y Jefas de hogar al trabajar en un polideportivo y un pequeño sueldo como empleada doméstica. El padre de sus hijas ejercía violencia de género y ella decidió separarse. Tras el interminable lapso entre juzgados y hospitales ella perdió empleos su hija mayor Valeria también y hasta durmió en la calle para ahorrar tiempo y dinero. Luego de la travesía jurídica Vicenta obtuvo un cargo como portera de una escuela gracias a la gestión de la agrupación de mujeres quienes influyeron en su decisión de seguir con su educación y anhela ser enfermera. Es hasta la actualidad defensora de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

El guion de Luis Camardella, Florencia Gattari y Darío Doria reconstruye los acontecimientos donde el monólogo en la vocera Liliana Herrero tiene carácter poético, empático, informativo, expresionista. Rompe con la lectura en prosa. Le dan lugar a la crónica oral que va marcando a fuego lento el corazón y la reflexión del espectador. Asimismo agregan paratextos como los pequeños televisores con material de archivo del caso y carteles con insignias del momento; ya sea en el marco de protestas o en las calles en las que camina Vicenta.

El diseño de la directora de arte Mariana Ardanaz compone en puestas de escena en miniatura todo un universo simbólico y conceptual; que delinea y explaya cada espacio, temporalidad, objeto, acción y quienes fueron los protagonistas de la historia. Las esculturas de personajes dan en el blanco con su gestualidad y caracterización. Los juzgados, hospitales, oficinas de policía,  en los que pasó una eternidad Vicenta. Ardanaz los representa a la perfección y con un nivel de detalle que no cabe dudas del estudio fotográfico de los ambientes. Asimismo la elaboración del barrio bonaerense de Guernica con casas de chapa o asentamientos precarios en uno de los cuales residía Vicenta con Laura su hija. Además los viajes en transportes públicos, las paradas y las salas de espera se hacen presentes. Una escenografía que logra una calidad a modo de repliquismo inconmensurable.

El encargado de la fotografía Darío Doria emplea travelings físicos que le dan vida a las maquetas de Ardanaz. La iluminación también juega un rol importante para crear los climas fríos que transita tanto Vicenta. Con su familia: Laura, Valeria su otra hija, su cuñado y aparecen los tonos cálidos cuando puede hallar la calma luego de un torturante, extenuante y agotador camino a la justicia. Doria emplea el usa el enfoque y desenfoque para crear esa idea de recuerdos o memorias; a la vez crear esa sensación de una época confusa e incierta.

La captura de sonido por parte de Federico Esquerro es atinada en recoger el sonido de un teléfono que nunca es contestado. El ruido de las fotocopiadoras en los tribunales que dejan archivados miles de expedientes similares al de Vicenta. Y el tecleo de las máquinas de escribir al tomar las múltiples declaraciones de todos los que se entorpecieron o ayudaron a avanzar o retroceder el caso.

La musicalización de Ezequiel Menalled se ancló en instrumentación de cuerda como violines y mezclas. Dejan percibir el grado de angustia, tensión y desesperación de Vicenta por la ingratitud y el inhumano tratamiento de su causa.

El filme de Dario Doria prueba los procedimientos discriminatorios, invasivos y debilitadores que tiene el sistema judicial, estatal, médico y religioso; que bajo prejuicios e intervenciones sin fundamentos ni amparo constitucional dilata y avasalla el derecho de aborto no punible. Doria y Mariana Ardanaz elaboran una narrativa estética y documental que conmueve, interpela y marca un sello propio.

Puntaje: 90